El tema de este mes es a cerca del romanticismo. Esto fue lo que me inspiró:
Las alas del ángel
EL DÍA
Amaneció sin ella.
Apenas y se mueve.
Recuerda.
(Mis ojos más delgados
la sueñan.)
¡Que fácil es la ausencia!
En las hojas del tiempo
esa gota del día
resbala, tiembla.
Jaime Sabines
.
El hastío había hecho presa de Saulo, ni siquiera sabía que hacía en Londres, ni mucho menos porque estaba en la "White Cube Gallery". Suponía que su profesión siempre lo llevaba a los mismos sitios.
Comenzó a mirar con desgano los cuadros ahí exhibidos.
Poco a poco se fue despertando su interés. La obra del pintor le pareció, en principio, bastante original. El artista había plasmado en sus lienzos una gama muy interesante de grupos étnicos, vistos desde una perspectiva muy especial.
En la sala siguiente, continuando con el tema de las etnias, se exhibían pinturas de personas a cual más de interesantes. Desde un aborigen de los Montes Urales, hasta un colorido africano.
De pronto unos ojos enormes, que parecían salirse de donde estaban enmarcados, lo paralizaron. El expresivo rostro, de lo que a él le pareció una chica frágil y casi transparente, lo cautivó. El título decía:" Ángel ". Nunca creyó tan apropiada la manera de nombrar una obra de arte.
Trató de encontrar otra información, pero, fuera de una fecha bastante reciente no encontró nada más.
Luego leyó en el tríptico de papel que llevaba en la mano: Franz Jovich. Artista estadounidense de origen judío, egresado de ... etc.
Preguntó a uno de los guías por el autor de la obra pictórica y este le informó que el artista acababa de llegar.
Pronto estuvo frente a aquel individuo de por lo menos un metro ochenta y cinco, joven, delgado, de cabello rubio y bastante largo. Saulo reconoció que era atractivo y pensó que más de una mujer se sentirían atraídas por él.
— Permítame felicitarlo, su obra es maravillosa— dijo Saulo cuando se pudo aproximar al pintor.
— ¿Con quién tengo el gusto?
— Saulo Villaneida, soy curador. Debo decirle, que vengo de ver muchas exposiciones de todas partes del mundo y la suya me parece asombrosa.
— ¿Curador?, que interesante, me halaga su crítica.
— Dígame: ¿existe la joven del cuadro llamado "Ángel"?, porque su apariencia parece fuera de este mundo.
—¡Jajaja, claro que existe, señor Villaneida! Aunque estoy de acuerdo con usted, esa chica es punto menos que un ser etéreo. Si nos hace el honor de asistir al "Cecconi", hoy por la noche, tal vez se la pueda presentar.
Llegó con mucha anticipación a aquel lujoso restaurant-bar, situado en uno de los barrios más ricos de Londres.
El lugar se veía casi vació y silencioso. Se sentó en una de las butaca de la barra del bar y pidió agua mineral con hielo y unas gotas de limón. Saulo no acostumbraba las bebidas embriagantes debido a una mala experiencia que había tenido en el pasado.
Una linda rubia comenzó a tocar el piano y el restaurant, casi de inmediato, se empezó a poblar.
Por el espejo del bar pudo ver llegar a Franz Jovich y sus acompañantes, volteó para verlos mejor.
Junto a dos glamorosas chicas y tres hombres vestidos impecablemente iba una chiquilla ataviada en forma extravagante; parecía que el vestido, de bordes irregulares, había sido hecho para una persona de más peso que ella, y las botas, llenas de colguijes, contribuían a darle dicha apariencia. Solamente el largo y abundante cabello estaba en armonía con su persona.
Reconoció inmediatamente a la modelo del cuadro de Jovich.
—¡Amigo Villaneida!, Que bueno que aceptó mi invitación, acompáñenos por favor — dijo Franz, mientras señalaba una silla.
Saulo aceptó sin dejar de mirar aquellos ojos negrísimos como pozos profundos.
—Le presento a Lia, mi novia — dijo, mientras abrazaba a la chica.
—¿Su...novia?— Franz parecía divertido con el desconcierto de Paulo.
No era muy factible que un hombre sofisticado, como era el pintor, tuviese por novia a una muchacha tan rara como aquella.
Pronto se vio acosado por las preguntas de las otras acompañantes del artista. Él respondía maquinalmente: "soy portugués, vivo en Ámsterdam, soy curador de arte... De pronto sintió que una mano fría tomaba la suya y vio asombrado que era la de Lia.
—Ven conmigo — le ordenó la chica.
Se dejó arrastrar por la extraña fuerza que emanaba de aquella chica. Salieron del restaurant, dejando tras ellos seis rostros desconcertados.
—Caminaron varias calles, deteniéndose de vez en cuando para besarse. Todo lo que no fuera ellos se había borrado del planeta, de la galaxia, del universo.
Saulo apenas tuvo tiempo de darse cuenta que habían entrado a un pequeño departamento y de que estaban desnudándose mutuamente.
Al principio se amaron con fiereza, con la prisa por conocerse; después con lentitud, con deleite. Constatando que era necesario que se encontraran porque ya no podrían amar a nadie más.
—¡Que par de sinvergüenza! — exclamó Franz, mientras miraba enojado a la pareja abrazada y desnuda que dormía en su cama.
Saulo despertó asustado y esperó el primer golpe del ofendido. Pero en seguida escuchó una tremenda carcajada.
—Amigo, la próxima vez la llevas a tu propio hotel, Peter y yo tuvimos que dormir en la sala — Ante los ojos asombrados de Saulo, explicó:— sí, soy gay, te dije que Lia era mi novia por bromear.
Los días transcurrieron como en un sueño, Saulo y Lia tenían hambre de saber uno del otro.
Él supo que aquella frágil mujer tenía veintitres años, que había perdido a su madre, que estudiaba el último año de psicología y que su padre, un rico industrial, era español y vivía en Madrid con su madrastra.
Ella supo que Saulo era divorciado, de treinta y dos años; que tenía una hija de cinco años que vivía con sus padres en Ámsterdam y que, cuando regresaba de sus giras de trabajo, trataba de darle a su niña todo el amor que podía.
Se dedicaron a amarse y casi olvidaron sus respectivas actividades. Sentían que no se saciaban de conocerse.
Al principio él iba a buscarla a su minúsculo apartamento o ella llegaba a su hotel. Pero Saulo se vio de pronto estacionado en lo que a él le parecía una casa de muñecas.
A pesar del paraíso en el que estaba viviendo, Saulo percibió algo que le perturbaba: se dio cuenta que Lia casi no comía. Desde que comenzaran su romance notó que para ella no existían las horas de alimentarse.
Algunas veces, cuando iban al restaurant y él ordenaba al mesero algunos platillos de la carta, ella siempre decía : "nada, gracias".
Ya había notado su fragilidad, pero al verla desnuda notó su extremada delgadez.
—Mi amor, no está bien que no comas, ¿por qué castigas a tu hermoso cuerpo en esa forma? — la regaño con cariño.
—Te prometo comer, ya no me regañes querido — replicó mimosa.
Él, pronto comprendió que no pensaba cumplir su promesa y sintió miedo, ante la certeza de que tendría que luchar contra el deseo de Lia de avanzar hacia el mundo de los espíritus.
Una tarde la encontró postrada en la cama intensamente pálida. Por más que trató de reanimarla ella no reaccionó. Tuvo que llevarla al hospital más cercano.
En el pasillo de aquel hospital transcurrieron para Saulo horas interminables. Cuando finalmente vio venir al médico que atendía a Lia se apresuró a encontrarlo.
—¿Es usted el familiar de la señorita Lia Toledo?
—Soy su prometido.
—Estamos haciendo todo lo posible por estabilizarla, pero su anorexia nos está queriendo ganar la partida. Puede pasar a verla.
Estaba casi transparente, parecía mimetizarse con las blancas sábanas. La vio tan frágil que temió romperla si la tocaba.
Ella abrió los ojos y le sonrió con cierta coquetería.
—Ven amor, quiero un buen abrazo.
La envolvió entre sus brazos con delicadeza mientras preguntaba:
—¿Por qué, preciosa, por qué?, ¿es que quieres dejarme precisamente ahora que te amo tanto?
Ella no contestó, se limitó a sonreír y a besarlo débilmente.
Por la madrugada, Saulo, que dormía al lado de la cama, despertó sobresaltado; un roce extraño, como de alas, lo había tocado.
Cuando se acercó, lo primero que vio fueron sus ojos, esos ojos enormes que lo cautivaran la primera vez. Una garra fría apresó su corazón al notar que la esencia de su amada se estaba diluyendo.
—¡Ni lo pienses preciosa, tú no me vas a dejar! No en este momento en que apenas comenzamos a vislumbrar un mundo maravilloso — dijo angustiado, como tratando de detener su partida.
—Saulo, mi dulce Saulo, te amo mucho, pero este amor me ata, me encadena. Mis alas me dan la libertad.
Él supo, por una brisa apenas perceptible que lo estremeció de pies a cabeza, que su ángel había emprendido el vuelo.
DK
Curador de arte: Persona que ordena, organiza
y desarrolla una exposición pictórica.