UN AÑO DE BENDICIONES

UN AÑO DE BENDICIONES
PARA TODOS

domingo, 21 de noviembre de 2010

Ser extranjera (dos)

Habían pasado casi quince días desde que Elsa fuese a vivir con su pequeña hijita a casa de sus primos, cuando una mañana recibí la llamada de Teresa: - Chica, te llamo para despedirme, nos vamos para Chicago -, -¿ se van, cuando?- , - pues ya mismo, en cuanto acabemos de cargar en el camión de la mudanza con nuestras cosas -, -pero....que pasó, por qué se van con tanta prisa ? - ¡ ay chica!, tuve una pelea con Elsa y se me fue a los golpes, lo malo es que me acusó con la policía y tú sabes que no tenemos papeles -, no quise preguntarle más detalles, pues imaginé que estaba pasando por algo muy difícil y sólo atiné a decirle: - pues no sabes como lo siento, espero que nos volvamos a ver -, - lo dudo, vamos lejos, pero me dio gusto conocerte, bye -,- adiós, buen viaje-.
Me sentí desolada, cuando había encontrado a unos amigos que hablaban mi idioma, los perdía, -lo bueno es que todavía me quedan Pedrito y Marita (el otro matrimonio de personas mayores) -, me dije.
Más no debí alegrarme pues el día que fui a visitarlos, Marita me contó que Teresa había discutido fuertemente con Elsa y que la había sacado a la calle en ropas menores junto con su pequeñita, esto enfureció a la chica y por eso fue a acusarla a la policía. - Ya sé que Teresa se portó como una tonta, pero ¡que quieres !, la verdad los queremos mucho y nos vamos tras ellos a Chicago -, - ¡ay no, ustedes también se van!
Al volver a mi casa sentí una gran soledad, estaba destinada a convivir con personas que no hablaban mi idioma y no eran muy amigables .
No obstante traté de hacer vida social. Cuando iba a la lavandería, platicaba con algunas de las gringas a las que sonreía, mientras esperaba que terminara con mi ropa la máquina lavadora o la secadora. Ya he explicado que no tenía un inglés muy fluido que digamos, pero me daba a entender. Casi siempre, después de la sonrisa, hacía algún comentario a cerca del clima o de la eficiencia de las lavadoras o las secadoras, luego, cuando comprobaba que me habían entendido, preguntaba si tenían hijos o si vivía cerca; a veces me contestaban con monosílabos, dándome a entender que no tenían el menor deseo de platicar, otras veces me lanzaban una andanada de palabras sumamente rápidas, que yo no comprendía y a las que contestaba con un "yes", cosa que tenía la peculiaridad de hacer que pusieran cara de " ¿what? " o que sonrieran complacidas y lanzaran otra tanda de palabras ininteligibles, entonces yo, decía: "I´m sorry", me levantaba e iba rumbo a las máquinas simulando que mi ropa estaba lista.
Pero algunas veces tenía suerte y entablaba un diálogo más o menos entendible que lograba acaparar la atención de la que parecía una incipiente amiga, me preguntaba por mi procedencia y sonreía ampliamente con mi respuesta a la vez que formaba un "¡OH! " con los labios y luego decía "¡Mexxxxico!", entonces se mostraba indulgente y casi protectora con la "mexxxicana", me decía que debía ir alguna vez a tomar coffe y me daba las señas de su casa. El problema comenzaba cuando le daba mi apellido, el "Kuechel" la ponía alerta, -¿Kuechel dices? -, -si-, - ¿tu casada?-, - si-, ¿tu marido es.....?, -....... alemán-, entonces casi podía ver como se recubría de una gruesa capa de hielo y era ella la que me decía : - I´m sorry, y se levantaba como impelida por un resorte.
Mi estancia en E.U se volvió aburrida, pues era un rosario de interminables de días vacíos, mis únicas distracciones eran la t.v , las insulsas pláticas de la viejita que vivía en el departamento de abajo y la llegada de mi esposo por la noches.
El clima no ayudaba mucho, pues los veranos eran muy calurosos y los inviernos helados. Sé que hoy día hay lugares donde existen muchos latinos, pero en aquellos tiempos, vivir al norte de E.U equivalía a que hubiera muy pocos hispano parlantes.
Por aquel tiempo tuve un dolor espantoso en la vesícula, estaba sola y no sabía que hacer, el dolor era tan fuerte, que pensé que tal vez moriría, pero no había manera de llamar a mi esposo, pues trabajaba todo el día en la calle y no tenía donde llamarle. Finalmente llamé a un hospital, me dijeron que enviarían una ambulancia, me sentí peor pues pensé que los vecinos saldrían asustados cuando llegara la ambulancia por mí, pero ni modo, ya estaban en camino. Cuando llegaron, me subieron en una camilla y me llevaron al hospital, yo volteaba para ver si podía decirle a algún vecino que le dijera a mi esposo donde me llevaban, pero me llevé una gran sorpresa al ver que la calle estaba desierta y todos las puertas cerradas, ni siquiera pude ver que alguien se asomara a la ventana.
En el hospital me trataron con suma frialdad, tomaron mis datos, me tomaron muestras de sangre, me inyectaron un calmante y cuando vieron que se me había pasado el dolor, me dijeron que podía regresar a mi casa, que ellos mandarían la cuenta a mi marido.
Es posible que algunas personas que se cruzaron conmigo por la calle hayan pensado que iba en estado de ebriedad, pues iba deteniéndome de las paredes mareada por el analgésico que me habían inyectado. Me sentí más infeliz que nunca y desee regresar cuanto antes a mi querido país.
(continua)

3 comentarios:

  1. Hay pobrecita, ¿como es posible que te dieran de alta después de inyectarte y estar bajo los efectos de la inyección?
    Que falta de profesionalidad.
    Sigo con mucho interés estas entradas de los principios de tu vida en USA.
    Besos y salud

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  2. estupenda historia que sigo encantada.un beso fuerte.

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  3. ¡Que dura tu experiencia estadounidense!, tía Ku. Leyéndote, se me vino a la cabeza el dolor solitario de nuestro personaje, "Mariela", impotente y desamparada en la sala de urgencias de un hospital. Un fuerte abrazo.

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