La primera vez que la vi parecía una pordiosera y casi se había mimetizado con el césped, la tierra y los árboles del "Parque Ventura", que estaba a la mitad de aquel pueblo costero.
Yo soy médico oftalmólogo y asistía a un ciclo de conferencias a cerca de ceguera en el trópico.
Esa mañana estando en el salón del hotel donde se llevaban a cabo las pláticas, de pronto me sentí abrumado por el calor y por la kilométrica y aburrida conferencia de un especialista francés, cuyo traductor era una verdadera nulidad.
Hubo un momento en que todos hacíamos desesperados esfuerzos para no quedarnos dormidos, pero finalmente algunos sucumbieron.
Yo, para evitar tan bochornoso estado, me levanté, salí a la calle y atravesé el asfalto para refugiarme bajo algún frondoso árbol del parque.
Fue el canto suave y bajito de la chica, el que me hizo voltear a verla, parecía una chiquilla sucia y descuidada, que recogía flores en una canasta rota y sin asa.
-¿Te gustan las flores?, le dije-, -si-, contestó apenas con un murmullo. Y cuando iba a hacerle otra pregunta, de pronto se levantó, dejando caer la canasta con las flores, me desconcertó su gesto, pero cuando pensaba que yo la había asustado, me di cuenta del motivo de su reacción: iban hacia ella dos mujeres y un hombre, sus pasos eran sigilosos, como tratando de que ella no se diera cuenta de su aproximación, pero la chica sin haber volteado intuyó su presencia porque echó a correr.
Ellos corrieron también y casi de inmediato la alcanzaron, aún cuando ella se debatía, el hombre la rodeó con sus musculosos brazos y la cargó sin mucho esfuerzo.
Yo me levanté indignado y les espeté: -¿oigan, adonde llevan a esa chica, no ven que ella no quiere ir con ustedes?-, -no se meta, este no es asunto suyo-, dijo una de las mujeres y caminaron rumbo a una camioneta, donde metieron a la chica y, después de subirse, enfilaron por la venida principal.
Todo lo habían hecho tan rápido, que yo no había tenido tiempo de nada, asustado vi a mi alrededor y comprobé que algunas personas pasaban sin dar ninguna importancia al drama que se había desarrollado minutos antes.
Entonces atravesé de nuevo la calle y me dirigí a un hombre que estaba sentado afuera de una vieja tienda de abarrotes. -¡oiga!, ¿qué no vio cómo se llevaron a esa chica a la fuerza?-, tranquilícese, no pasa nada, lo único que harán será bañarla y vestirla de limpio-, dijo el hombre parsimoniosamente, -pero.........- , en ese momento uno de mis compañeros me tocó el hombro, -Felipe, ¿dónde andabas?, ya terminó la conferencia, vamos a comer-. El hombre de la tienda me miró con ojos comprensivos, -mire, si le interesa, vuelva mañana y hablaremos-, -ok, gracias.
La comida resultó agradable y la charla bastante amena, por esa tarde traté de olvidar a la chica, y ya para la noche la había olvidado por completo.
El siguiente conferencista era un colega que yo tenía mucho interés en escuchar, así que me sumergí casi toda la mañana, en su exposición del tema.
Mis compañeros y yo salimos riendo y bromeando rumbo al restaurante y al atravesar la calle me llevé una sorpresa, había una hermosa chica ataviada con un bonito vestido azul, estaba en la misma actitud del día anterior, hincada , con una canasta ajada a un lado y cortando flores.
Me disculpé con mis compañeros y volví sobre mis pasos, -hola, ¿cómo estás?- , ella me miró con ojos asustados y dijo,-¡no, no vete!-, quedé asombrado ante su inocente mirada azul y por un momento no pude reaccionar, hasta que vi que lloraba en silencio, -no, no te asustes no te voy a hacer nada- dije, tratando de tocar su cabeza, entonces entró en pánico y comenzó a gritar, al instante estuve rodeado de muchos hombres que me mostraban hostilidad .- No te preocupes Miranda, ya se va- dijo uno de ellos y me tomó por el cuello de la camisa, llevándome fuera del parque.
-¿Ve este puño?-, me dijo, esgrimiéndolo frente a mi nariz, -se puede estrellar en su cara.....- e iba a decirme más, pero una voz autoritaria lo detuvo,-¡déjalo, es uno de los doctores que vinieron a la conferencia del “Hotel Montes”, sólo tiene curiosidad, no será el primero, ni el último-, luego pasó su brazo por mis hombros y me dijo: -venga amigo, lo invito un trago, era el hombre de la tienda de abarrotes.
(continua)
¡Que interesante!
ResponderEliminarQuedo esperando la próxima entrega...
Besitos y salud
Quede bastante intrigada... no me perdere la continuacion. Un abrazo Martha
ResponderEliminarBueno esperemos la continuación para salir de dudas sobre la pobre chica y el doctor.
ResponderEliminarun beso