UN AÑO DE BENDICIONES

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PARA TODOS

domingo, 8 de septiembre de 2013

La sed VII

La sed

Capítulo VII

 
Mi vida se hizo más difícil, pues estaba muy vigilada debido a la fuga frustrada de Lala.
Como Maurilio me necesitaba para elaborar sus dichosos discursos y para aparentar una vida normal de "hombre de familia", trataba de no golpearme, ni de encerrarme. Pero yo sentía que cada día me tenía más resentimiento, porque, a pesar de todo, nunca me había podido doblegar.
Mientras todos bajaban la cabeza en su presencia, yo le miraba directo a los ojos y, calladamente, le decía lo mucho que lo despreciaba. Él comprendía mi mensaje y, muchas veces, lo vi apretar los puños para contener sus ganas de golpearme.
Su manera de lastimarme consistía en llevarme a su despacho cuando daba órdenes o recibía reportes de sus guardias, para que me enterara de todas las brutalidades que había mandado cometer.
- A ver tú, Plinio, ¿cumpliste mis órdenes?- decía, sintiéndose importante.
-Sí, patrón, ya son dijuntitos los López- los dejamos en el camino, pa´que la gente vea que con usted no se juega, y no anden chivando por áhi. También les quemamos sus casas. Lo malo es que jue con todo y los chamacos. Se oía que chillaban,pero pos...¡ni modo!
Yo me tapaba las orejas, era demasiado horrible escuchar sus crímenes. Pero La bestia me apartaba las manos y me gritaba fuerte:
- ¡Mataron a mis enemigos! ¿No te alegra?- y luego soltaba sus carcajadas de loco- ¿Sabes que quién entra en este lugar y se entera de "mis cosas", nunca sale vivo para contarlas?- Era su manera de decirme que si trataba de escapar me mataría.

El día que ganó las elecciones, me enteré por él mismo, que había mandado matar al padre de su contrincante, de manera qué, ante el peligro de que asesinaran a otro el miembro de su familia,  éste renunció a seguir siendo candidato a la Presidencia Municipal.
El Gobernador del Estado acudió a la toma de protesta.
- Señor Cabrera, ¡lo felicito!, se ve que esta gente lo quiere.
Sé que con usted en el cargo, San José de García será un pueblo próspero- y en seguida le dio un abrazo acompañado de  fuertes palmadas en la espalda.
- Tenga la seguridá de que cumpliré cabalmente mi mandato - contestó Maurilio, con esa hipocrecía que le caracterizaba. 
Yo me hacía mil preguntas con respecto a la muerte de Vinicio Rueda,: "¿Nadie se preocupó por investigar su desaparición? "¿Cómo podía quedar impune La bestia, sin que nadie indagara de su cobarde crimen?"

Bulmaro era un jovencito que Plinio había reclutado para que fuera parte de la guardia de Maurilio. Pero supe al verlo, que el chico ni siquiera deseaba estar a la órdenes de tan oscuro personaje. Lo notaba en su expresión desesperada.
-Siñora, yo no quiría vinir- me contestó cuando lo interrogué a cerca de porque estaba ahí- ¡Si viera como se quedaron chillando mi amá y mis hermanitos! Pero llegó el maldito Plinio, junto con otros dos, y me sacaron de mi casa, me dijeron qui era un honor pertenecer a la guardia del nuevo Priesidente Monicipal. Y, aquí estoy, sin siquera saber como está mi familia.
Mi apá se jue a vender parte de la cosecha hace más de un año, y nunca regresó. Yo mantenía a mi familia, y ahora ¿quén va a ayudarlos?
-¿Cuantos años tienes?- pregunté conmovida.
- Voy a cumplir diez y seis.
¡Era apenas un niño!

Algunos días después de que Maurilio recibiera su cargo, vino Plinio al cuarto donde, ¡gracias a Dios! , me aislaba, de vez en cuando, el "Señor Presidente".
-Señora, venga conmigo, por favor- de alguna manera ese malvado me respetaba. Tal vez porque, a veces, le escribía cartas para su mujer, ya que él era analfabeta.
Podía notar como seguía atentamente la curvas que iban dejando las letras, y veía su asombro cuando le indicaba lo que decían cada una de ellas.
- Si quiere le enseño a leer y escribir- le ofrecí reiteradamente.
- No, yo no sirvo pa eso, eso es pá los chamacos, yo ya estoy grandecito - replicaba, poniéndose rojo.

Caminé adelante de Plinio hasta que llegamos al dichoso cuarto de reclusión.
-¿Qué pasa ahora?- pregunté con cierta indolencia.
- Pos no sé, son órdenes del patrón. Y cerró la pesada puerta.
Traté de adaptarme al encierro. "Al menos dormiré más tranquila", pensé, porque siempre tenía el temor de que entrara Maurilio a mi cuarto.
Cuando me acomodaba para dormir, comencé a escuchar música de mariachis, gritos y silbidos. "¡Vaya, ni aquí se puede descansar!" dije entre mí,mientras una lluvia de cohetes surcaba el cielo del patio de la casa.
Al otro día me enteré de que ya había "patrona nueva", una misteriosa mujer ocupaba la suit del muy nuevo Presidente Municipal. Y no era porque apenas se le ocurriera tener a otra mujer, estaba bien enterada de sus andanzas, que para mí eran todo un alivio, ya que esto significaba que no me buscaría mientras estaba entretenido con "las otras".

Bulmaro vino a traerme la comida.
- Llegó una siñora muy rara, con un montón de pintura en la cara. Marcos -era otro de los guardias- mi dijo que oyó qui ella era la querida del  siñor Gobiernador y, que le había pedido a don Maurilio que si la quitara de encima,pos quiesque su esposa se enojó muncho, cuando esta siñora jue a decirle que ella andaba con su marido .
"¡Ah, vaya!, con razón ni quien indague la muerte del señor rueda¡ son igual de sinvergüenzas! Lo único que le preocupaba era deshacerse de la fulana", pensé entre mí.

Días más tarde, me llamaron al comedor.
Creo que Maurilio pensó que al conocer a su nueva amante,me sentiría humillada. La verdad era que todo me daba igual.
Cuando entré la mujer estaba sola y me llevé una sorpresa al conocer a quien después supe que se llamaba Lucía. Era una mujer realmente hermosa y nada vulgar. Vestía un traje sastre en gris y blanco, que a pesar de ser muy sencillo, delineaba muy bien su hermoso cuerpo. No portaba ninguna joya, solamente brillaba en su dedo un anillo con un enorme diamante.  
Se notaba que estaba fastidiada y que no le agradaba su nueva situación.
- Usted es Genara - afirmó y, luego sonrió divertida- pues parece que ni usted ni yo pertenecemos a este lugar, ¿no cree?
Iba a contestar algo, pero en ese momento entró Maurilio.
- ¡Ah, veo que ya se conocen! ¿Que te parece mi mujer, Genara?- preguntó poniendo énfasis en "mi mujer".
- Muy linda, señor Cabrera, ¡felicidades!- mientras contestaba, una ráfaga de rabia pasó por sus los ojos de La bestia.
La cena transcurrió sin incidentes. Lucía me hizo algunas preguntas intrascendentes, que yo contesté con educación.
- ¡Ora sí mi chula, vamos a divertirnos!- exclamó Maurilio abrazando y besando a su nueva adquisición mientras me veía de reojo.
Yo me limpié la boca con la servilleta, lancé un bostezo y les di las buenas noches.
Cuando Bulmaro llegó por mi, me anunció:
- Siñora, dijo el patrón que ya puede subir a su cuarto.
-¡Ay no!-Exclamé, y me sentí desolada. Lo último que deseaba era estar junto a la recámara del "patrón".
Tuve que tolerar los ruidos exagerados de La bestia y los gemidos fingidos de Lucía mientras hacía lo posible por dormir.

Algo pasaba entre el gobernador y Maurilio. De pronto pasó de la euforia al mal humor.
- ¡Me lleva la ch... van y le parten la ma... al ca... ese. No más faltaba que se me quiera subir a las barbas!- Ordenaba rojo de coraje y ,como de costumbre, escupiendo por las comisuras de la boca.
De pronto llegó Plinio a avisarle:
- ¡Patrón, ajuera hay unos soldados que queren hablar con usté!- Maurilio volteó a ver a los guardias que tenía detrás de él, se veía bastante asustado, nunca lo había visto así.
- A ver, ¿cuantos hombres tenemos?
- Semos once, patrón- contestó Plinio.
-¡Pues que vengan todos!-
Y salió al portón muerto de miedo, con todos sus guardias custodiándolo.
Cuando regresó venía blanco como el papel.
- Bulmaro, ¡llévate a Genara al cuarto del pasillo!- el chico me indicó que saliera y caminé, intrigada, rumbo al encierro.

La lejanía del cuarto no me eximió de escuchar los gritos de Lucía.
- ¡No, no! ¿Adonde me llevan?¡Maurilio, por favor, no dejes que me lleven!
Esa noche no pude dormir pensando en la pobre Lucía y su destino incierto.

La bestia se pasó unos días molesto y cabizbajo.
Aunque algunas veces me llevaban a que comiera con él, lo hacíamos en silencio.
Hasta que un día me dijo:
-¿Ya vistes?, mandé matar a la Lucía por andar de escandalosa, así que mejor te portas bien, si no... ya sabes.
-¡Pero tú no tienes límites!, ¿Cómo es posible que hayas mandado matar a esa pobre mujer?, ¡no tienes entrañas!- Exclamé indignada.
- Pos yo creí que te ibas a alegrar porque ya no tienes sombra, ¡quién entiende a las mujeres!- y se encogió de hombros mientras salía del comedor.
Esa noche volví al cuarto, sintiendo asco y dolor. Poco después Bulmaro me contó lo que había pasado con Lucía.
- El patrón li había prometido al siñor gobiernador que se iba a deshacer de la siñora Lucía. Pero él no mandó qui la mataran, sino que si la trajo pa´ca. Pero ya ve, hasta mandó soldados el siñor gobiernador, para decirle que sino mataba a la siñora Lucía, él mandaba al ijercito a quitarle il mando.Y...¡lueguito que li obidece!
Se me había acabado la capacidad de asombro, ya no había nada que me extrañara del monstruo que me había secuestrado... Eso creí en ese momento, pero todavía me esperaba la peor de las sorpresas.

 (continua)

*Hay alguna expresiones coloquiales, que usan los nativos de  de algunos pueblos de México, que no corresponden al español usual, como: jue por fue,siñora por señora, priesidente por presidente, gobiernador por gobernador etc.







 

2 comentarios:

  1. Dorita , estoy completamente atrapada por tu relato...espero la próxima entrada...besos

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  2. Se entienden bien las expresiones coloquiales y es muy buena idea que las pongas, así se aprende.
    A esperar la continuación, cada vez está mas sabrosa la cosa :))
    Besos y salud

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