UN AÑO DE BENDICIONES

UN AÑO DE BENDICIONES
PARA TODOS

sábado, 31 de agosto de 2013

La sed VI


La sed

Capítulo VI




-El señor Rueda acaba de llegar- anunció uno de los guardias.
Vinicio Rueda era un hombre que parecía tener unos sesenta años, sin embargo en su rostro lampiño no había ni una sola arruga. 
Me impresionaron sus ojos marrones que decían pertenecer a hombre inteligente y conocedor de la vida. 
Su presencia avivó en mí el recuerdo de mi padre. Tu abuelo era muy estricto, pero también amoroso y justo; gracias a ello me sentía segura a su lado.
 El invitado vestía impecablemente, pero sin ostentación. Se podía ver el contraste que había entre él y su anfitrión, que llevaba joyas en los dedos, las muñecas y hasta en los dientes. Pensaba que estando próximo a ser Presidente Municipal debía adornarse profusamente, pero, para su desgracia, rayaba en lo ridículo.
- Pase usté- dijo obsequioso Maurilio - mire, le presento a mi mujer - dijo señalándome.
Sentí verguenza de la presentación, más, cuando pude notar el desconcierto en el rostro de Vinicio.
La cena transcurrió sin ninguna novedad a pesar de los modales de Maurilio, que no podía dejar de transparentar su mala educación.
- Y... bien, amigo, estoy a sus ordenes,¿ pa'qué soy gueno?- interrogó Maurilio al señor Rueda.
- Bien, vamos al punto - y levantó un portafolios que había dejado a un lado de su silla- Tengo entendido, que usted pretende ser el próximo Presidente de este pueblo de San José de García.
- ¡Pos entendió muy bien! - contestó alzando la voz.
- Lo malo es que han llegado a oídos del señor Gobernador , a quién yo represento, rumores de que usted ha caído en componendas y arreglos turbios que lo descalifican como un hombre digno de tal cargo- El rostro de La bestia comenzó a congestionarse.
-¿Quién le dijo tal injundia, yo soy un hombre cabal y nunca he hecho componendas, ni arreglos turbios- y mientras afirmaba esto, escupía saliva por las comisuras de la boca.
- Pues...- Vinicio extendió un documento hacia su interlocutor- esta es una demanda en su contra. La levantaron unos comuneros de esta región. En ella afirman que usted los despojó de sus tierras y se hizo de sus asnos y sus cosechas, dejándolos prácticamente en la calle.
-¡Eso no es verdá!, sí, yo tengo algunas parcelas,pero las he comprado a la guena y sin presionar a naiden- Para ese momento casi ardía de coraje- Pero mire- de pronto se comenzó a tranquilizar- vamos a ser sinceros, si lo que necesita es una ayuda para las guenas causas, nomás dígame, yo soy muy comprensivo- y comenzó a enseñar los dientes, tratando de ser simpático y conciliador.
- No señor Cabrera, yo no vengo a recibir sobornos, no es mi estilo.
La verdad no entiendo porque es usted así, yo conocí a su padre cuando andaba por Pátzcuaro. Y me honró conocerlo. Él sí que era un hombre cabal, un jefe Purépecha  a quién todos res... No pudo terminar la frase, de pronto como en un sueño o mejor dicho una pesadilla, lo vi trastabillar y caer de hacia adelante.
Me costó un poco comprender lo que había pasado, sólo lo entendí cuando oí el grito de Maurilio:
-¡Maldito!¡A mi naiden me dice que soy un indio!- La bestia tenía en la mano una pistola que todavía sacaba humo.
Una violenta nausea subió hasta mi garganta y corrí hacia el baño, donde vomité mientras lloraba a gritos.
Quede exhausta, mi cerebro se negaba a registrar lo que acababa de presenciar. Escuché la voz de Maurilio ordenando:
- Llévense a este ca... de aquí. Les alvierto a todos, que si alguién viene a preguntar por este cristiano, digan que nunca llegó.
Yo tenía miedo de salir del baño, no podía ver cara a cara a La bestia, porque eso era: ¡Una bestia! y como tal, me asustaba.
- Tú, Genara, ¡ya estuvo gueno, sal de una guena vez!
Cuando lo tuve enfrente sentí una ira terrible. Pensé en que ese tipo corrupto y mal encarado había terminado con la vida de un hombre, y de un hombre bueno, a quién había deslizado un pedazo de papel en una de las bolsas de su saco, donde le contaba de la causa por la que estaba allí.
-¡Maldito, eres un asesino, asesino!- Y le pegué en el pecho con los puños.
Él detuvo mis manos y en seguida me abofeteó, lanzándome contra una pared.
Ahí quedé un buen rato con la nariz sangrante, mientras sus guardias se llevaban arrastrando a Vinicio Rueda.
- Mira Genara, a mi no me gustan las viejas que lloran por cualquiér cosa- pensé: ¿para él esto es "cualquiér cosa?"- Ese cab... se lo ganó, vino nomás a amenazarme y para colmo, me dice que mi padre era un indio ¡Pobre de ti si repites todas esas injundias!
-Y , ¿entonces de donde provienes?, ¿acaso eres descendiente de franceses?- dije, retándolo. El saber que podía hacerle daño, aunque fuera en su ego, era un triunfo para mí.
-¡Ora sí te lo ganastes- sus ojos se agrandaron - ¡Llévense a esta guila, enciérrenla y no le den nada de comer!
Pasé casi dos semanas encerrada en el mismo cuarto que me habían tenido cuando me secuestraron.
Estuve sin comer todo ese tiempo, solo me daban agua. Los calambres que sentía en el estómago, los brazos y las piernas, me atenazaban día y noche.
Al los once días, vinieron por mi y me llevaron a la cocina. 
Estaba muy débil y apenas y podía caminar.
- Come, Genara, pero come poquito y despacio, no te vaya a hacer daño comer mucho- me sorprendió ver a Lala, la mujer que conociera en el dormitorio de Maurilio. Su actitud hacia mí había cambiado, hasta pude ver cierta compasión en sus ojos.
-¡Ay manita, ya pasaste por lo mismo que yo!- y me enseñó su nariz hinchada, su cuello enrojecido y sus muñecas marcadas con tonos violáceos- ¡Ese maldito no tiene compasión! ¡Y pensar que creía que lo amaba! Ahora lo odio con todas mis ganas - su expresión denotaba que era verdad lo que decía- Mira-bajo el tono de su voz- voy a tratar de buscar la manera de salir de aquí, sé que tú también quieres escapar, nos iremos las dos ¿me quieres acompañar?
- No es tan fácil, Lala, si yo me fuera, Maurilio trataría de dar con mi hija y no dudaría en matarnos a las dos - le contesté.
- Pues tengo un amigo que vive en los Estados Unidos, él me prometió llevarme hasta allá, podría hacer que las llevara a ustedes también.
Sonreí esperanzada, tal vez ella era la respuesta a mis oraciones.
Pero poco tiempo me duró la esperanza. Una madrugada, escuché balazos y gritos. Maurilio me obligó a salir al patio, donde contemplé horrorizada el cuerpo acribillado de la pobre Lala. Un fuerte viento, que anunciaba lluvia, mecía su larga y rizada cabellera.
 
(continua)




4 comentarios:

  1. El Maurilio este, presiento que va a acabar muy mal :))
    Besos y salud

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  2. Yo no se si lo presiento...pero lo deseo con todo el corazón...

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  3. Buen relato. Sabes algo? yo también soy adicto a escribir...

    Un abrazo.

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