La sed
Capitulo I
La primera vez que vi a Maurilio Cabrera fue cuando mi madre y yo fuimos a aquella casa enorme y llena de guardias armados.
Ni siquiera nos permitieron pasar el umbral de la pesada puerta de la finca "Los Jinetes".
Un tipo mal encarado mostrando la palma de su mano nos detuvo.
Un tipo mal encarado mostrando la palma de su mano nos detuvo.
- ¿A donde creen que van, mugrosas?- su gesto de superioridad hizo que se me revolviera el estómago.
-¡Por favor, señor, déjeme hablar con don Maurilio!- dijo mi madre, tratando de conmover al guardia.
-¡Váyanse, no pueden entrar!- su gesto abanicó el aire mientras abría la reja para dejar pasar un auto que acababa de llegar.
El hombre que ocupaba el lado del pasajero era nada menos que don Maurilio, el dueño de aquella casa y... de muchas vidas.
Miró distraidamente hacia donde suplicaba Genara, mi madre. Inmediatamente captó su morena belleza que se dejaba ver tras la pobre vestimenta y captó cierta elegancia y dignidad, a la que, podía jurarlo, él no estaba acostumbrado.
-¡Espera!-mandó a su chofer y éste detuvo el auto - ¡Acércate!- dijo Maurilio, haciendo una seña con su dedo ídice .
Genara se aproximó.
-Señor... yo ...- titubeo mi madre, tenía las palabras atoradas en su garganta.
-¡Déjenla pasar!- volvió a ordenar, y el auto continuó su camino.
Nos dirigimos hacia la casa pero el guardia me detuvo con un empujón.
-¡No, tú no entras!- gritó.
Mi madre me vio e hizo un gesto de impotencia. Su boca musitó un "no te preocupes" y siguió caminando tras el auto.
Esperé una, dos, tres, cuatro... y muchas horas más.
La noche se vino encima y ya casi se me habían agotado las lágrimas.
La noche se vino encima y ya casi se me habían agotado las lágrimas.
El nuevo guardia, que había sustituido al anterior, parecía más compasivo.
-¡Vete chamaca!, tu mamá se va a quedar. Tal vez sea la nueva mujer de don Maurilio - me informó, mirándome con cierta tristeza.
-¡No,no, no me diga eso!, ¡déjeme entrar, por favor!- supliqué a gritos.
-Mejor cállate y vete, no te busques problemas, ya van a soltar a los perros- su tono contenía un dejo de amenaza.
Y sí, de pronto, los enormes hocicos de dos perros furiosos se asomaron por entre los barrotes de la reja dejando ver sus filosos colmillos. Sus ladridos taladraban mis oídos.
Tomé el camino hacia mi casa, sintiéndome desolada e infelíz.
A los diez años me había quedado sin padre, a quien habían encarcelado por orden de don Maurilio, y ahora también sin madre, gracias a ese hombre, ¡maldito sea!
Mi madre, a pesar de nuestra pobreza, siempre había mantenido limpia la casa y así lucía cuando entré, pero la sentí vacía. "No podré sobrevivir entre tanta soledad", me dije, y terminé llorando sobre la cama de mis padres.
El cansancio me venció y me quedé dormida.
"Estrella", mi perra, me despertó dándome lengüetazos en el dorso de la mano. Abrí los ojos, ya era de mañana. Me volvieron a asaltar los recuerdos. No podía creer que estaba sola.
Pero no fue por mucho tiempo, esa misma tarde llegó mi abuela.
- ¿Onde andas Adriana?- preguntó con su aguardentosa voz.
Aunque sentía mucho miedo aparecí frente a ella.
- Ya qui'tas sola porque tu mamá se jue de cuzca *, nos vamos a vinir pa'ca- anunció sin más.
Yo sabía que tía Luciana, hermana de mi mamá, y Eusebio, su marido, se habían quedado sin su jacal debido a las inundaciones, y se habían ido a refugiar con la abuela, junto con sus cuatro hijos. Pero el pequeño jacal era muy reducido para tanta familia. Así que se les hizo ideal que ya no estuvieran mis padres para defender su propiedad. Yo no era un obstáculo, al contrario, sería una sirvienta para ellos.
Desde el principio supe lo que eran los insultos, las palabras soeces, los golpes y la poca comida.
Adriana a lavar, Adriana a barrer, Adriana a cuidar los borregos del vecino. La paga, por supuesto, servía para comprar el alcohol para Severiana, mi abuela.
En medio de tanta amargura, de pronto apareció Miranda, ¡mi querida amiga!
Habíamos sido compañeras y grandes confidentes cuando todavía iba a la escuela (porque desde que don Maurilio se quedara con mi madre, ya no asistí a clases por mandato de Severiana).
Miranda se dio a la tarea de buscarme y, preguntando, dio con mi casa .
Casi no me dejaron hablar con ella, y por esto, por mi aspecto y por la forma en que me trataban, se dio cuenta de que estaban abusando de mi.
- Adri, me duele ver como te explota esta gente, le voy a decir a mi papá que te deje vivir con nosotros, no tienes porque aguantar todo esto, además ni siquiera comes como debe ser, ¡mira como estás de flaca! - dijo, con los ojos llenos de lágrimas.
- ¡No Miranda, no!, no quiero buscarle un problema a tu familia, mi abuela es capáz de acusarlos de secuestro y hasta la cárcel van a dar.
-Déjame, ya veré que hacer para que no sigas aquí.
Una semana después, mientras lavaba la ropa en el río, vi llegar a mi amiga Miranda, iba del brazo de don Braulio, su papá.
- Adri, venimos por ti. Anda, toma tus cosas, ¡te vas con nosotros!- exclamó sonriente mi hermosa amiga.
-Pero...¿cómo pudieron... yo ...- ni siquiera podía pronunciar una palabra coherente.
- Bueno, ¿nos vas hacer esperar?- dijo don Braulio, mientras sonreía divertido ante mi confusión.
Corrí apresurada hacia la casa, pero a medio camino me detuve.
- ¡Vámonos!- Les dije- no tengo nada que llevarme, ¡ven "estrella"!.
Y subímos al auto de don Braulio.
Cuando el vehículo arrancó, ni siquiera voltee para atrás.
DK
(continua)
Cuzca: mujer ligera y de mala reputación
A los diez años me había quedado sin padre, a quien habían encarcelado por orden de don Maurilio, y ahora también sin madre, gracias a ese hombre, ¡maldito sea!
Mi madre, a pesar de nuestra pobreza, siempre había mantenido limpia la casa y así lucía cuando entré, pero la sentí vacía. "No podré sobrevivir entre tanta soledad", me dije, y terminé llorando sobre la cama de mis padres.
El cansancio me venció y me quedé dormida.
"Estrella", mi perra, me despertó dándome lengüetazos en el dorso de la mano. Abrí los ojos, ya era de mañana. Me volvieron a asaltar los recuerdos. No podía creer que estaba sola.
Pero no fue por mucho tiempo, esa misma tarde llegó mi abuela.
- ¿Onde andas Adriana?- preguntó con su aguardentosa voz.
Aunque sentía mucho miedo aparecí frente a ella.
- Ya qui'tas sola porque tu mamá se jue de cuzca *, nos vamos a vinir pa'ca- anunció sin más.
Yo sabía que tía Luciana, hermana de mi mamá, y Eusebio, su marido, se habían quedado sin su jacal debido a las inundaciones, y se habían ido a refugiar con la abuela, junto con sus cuatro hijos. Pero el pequeño jacal era muy reducido para tanta familia. Así que se les hizo ideal que ya no estuvieran mis padres para defender su propiedad. Yo no era un obstáculo, al contrario, sería una sirvienta para ellos.
Desde el principio supe lo que eran los insultos, las palabras soeces, los golpes y la poca comida.
Adriana a lavar, Adriana a barrer, Adriana a cuidar los borregos del vecino. La paga, por supuesto, servía para comprar el alcohol para Severiana, mi abuela.
En medio de tanta amargura, de pronto apareció Miranda, ¡mi querida amiga!
Habíamos sido compañeras y grandes confidentes cuando todavía iba a la escuela (porque desde que don Maurilio se quedara con mi madre, ya no asistí a clases por mandato de Severiana).
Miranda se dio a la tarea de buscarme y, preguntando, dio con mi casa .
Casi no me dejaron hablar con ella, y por esto, por mi aspecto y por la forma en que me trataban, se dio cuenta de que estaban abusando de mi.
- Adri, me duele ver como te explota esta gente, le voy a decir a mi papá que te deje vivir con nosotros, no tienes porque aguantar todo esto, además ni siquiera comes como debe ser, ¡mira como estás de flaca! - dijo, con los ojos llenos de lágrimas.
- ¡No Miranda, no!, no quiero buscarle un problema a tu familia, mi abuela es capáz de acusarlos de secuestro y hasta la cárcel van a dar.
-Déjame, ya veré que hacer para que no sigas aquí.
Una semana después, mientras lavaba la ropa en el río, vi llegar a mi amiga Miranda, iba del brazo de don Braulio, su papá.
- Adri, venimos por ti. Anda, toma tus cosas, ¡te vas con nosotros!- exclamó sonriente mi hermosa amiga.
-Pero...¿cómo pudieron... yo ...- ni siquiera podía pronunciar una palabra coherente.
- Bueno, ¿nos vas hacer esperar?- dijo don Braulio, mientras sonreía divertido ante mi confusión.
Corrí apresurada hacia la casa, pero a medio camino me detuve.
- ¡Vámonos!- Les dije- no tengo nada que llevarme, ¡ven "estrella"!.
Y subímos al auto de don Braulio.
Cuando el vehículo arrancó, ni siquiera voltee para atrás.
DK
(continua)
Cuzca: mujer ligera y de mala reputación
Lo leí de un tirón, esta historia promete :)
ResponderEliminarBesos y salud
Hola Dora , después de mucho tiempo de estar sin PC , ahora con esta nuevita , puedo volver a deleitarme con tus cuentos...espero pronto saber que le pasará a la niña...besos
ResponderEliminarNos dejaste muy intrigados. Pero regalanos un final feliz, que penas nos sobran. Bss
ResponderEliminar¡Hola, Doña Ku! Ya le había escrito un largo comentario cuando, accidentalmente, se me cerró la ventana. >.< Promete mucho su novela, pero creo que hay detalles que podrían mejorar del mismo. Si gusta, puedo señalárselos en un mensaje privado (por Facebook) y usted dirá si le parece o no. :) Cuídese.
ResponderEliminarAhora sí, vamos poco a poco.
ResponderEliminarLo que más me ha llamado la atención es cómo mantienes ese tono característico de los grandes escritores latinoamericanos.
Veremos cómo sigue.
Beso grande.
HD