Dulce Carmesí
Parece mentira, hasta ayer, mi prioridad era la fiesta que sabía me estaban organizando para celebrar mi cumpleaños número quince.
Había estado espiado a mi madre y a mis hermanos tratando de saber que harían de especial para tan "feliz acontecimiento".
Tenía miedo de que me hicieran una fiesta para niños, ¡ya no soy un niño!
Creo que merezco algo distinto a otros cumpleaños.
Sería ridículo que pusieran canciones de parvulitos o me hicieran un pastel adornado con muñequitos. Y nada de alquilar un payaso,¡no señor!
Creo que merezco algo distinto a otros cumpleaños.
Sería ridículo que pusieran canciones de parvulitos o me hicieran un pastel adornado con muñequitos. Y nada de alquilar un payaso,¡no señor!
No para alguien que luce como un hombre. Y a quién, incluso , le sombreaba un bonito bigote.
Pero sé que tanto mi madre, como mi abuela, tratan de alargar lo más que pueden mi infancia.
A pesar de que les he pedido que me dejen retirar de mi dormitorio el edredón de gatitos y los cuadros del pato Donald y de Disneylandia. Y aún cuando a propósito rasgué el edredón y manché los cuadros, ellas no quieren que los quite. Y siguen allí viéndose más feos que nunca.
Menos mal que el pijama y las zapatillas de dormir ya no me quedan, porque, ¡que humillado me sentía cuando tenía que dormir en esa facha!
Ahora nada de eso me importa, el mundo ha cambiado para mí, ¡tengo un secreto!
Debo tener cuidado, porque hoy tropecé con Lili en el pasillo haciendo que tirara parte de la leche del vaso que llevaba en la mano.
- ¡Que te pasa baboso! - dijo bastante molesta, mientras se sacudía la blusa. Luego se me quedó mirando extrañada
- Oye, tienes una cara de lelo que no puedes con ella. Te veo medio rarito - luego se río y siguió su camino.
¡Quién habrá inventado a las hermanas!
- Oye, tienes una cara de lelo que no puedes con ella. Te veo medio rarito - luego se río y siguió su camino.
¡Quién habrá inventado a las hermanas!
Pero al rato ya había olvidado a Lili. Lo malo es que también olvidé que mañana tengo exámen de física, ¡chín, no he estudiado!, si me reprueban ¡estoy frito!
Me levanté muy temprano. Mi mamá me miró extrañada cuando salí del baño ya duchado y listo para ir a la escuela.
- Siéntate, en seguida te hago el desayuno- dijo, mientras señalaba la mesa.
- No mamá, luego como algo en la cafetería - Y sin esperar respuesta salí de la casa apresuradamente.
Cuando llegué a la escuela apenas el portero estaba abriendo la reja. Así que me senté frente al estacionamiento, para esperar a que llegara "ella", la mujer que me había quitado el sueño.
Volví a pensar en el día que la conocí: Venía corriendo porque Martín, el brabucón de la escuela, me perseguía. Había cometido el error de no hacerme a un lado para dejar que copiara mi examen de matemáticas. La verdad era que yo tampoco había estudiado y estaba tan perdido como él.
El resultado fue que me esperó a la salida y trató de golpearme, pero yo me escabullí y corrí a todo lo que daban mis piernas.
No supe ni como, pero de pronto sentí que mi brazo derecho chocaba con algo que voló por todas partes y en seguida tropecé con unos asombrados ojos de color miel... Al mirar la escena comprendí lo que había hecho: estaban regados por el suelo hojas de papel, un bolso, un teléfono móvil que sonaba insistentemente, cosméticos, bolígrafos, marcadores etc,etc.
Caí de rodillas tratando de recoger todo ese caos, mientras la dueña de los objetos recuperaba su teléfono.
-Sí, soy yo, no se preocupe no tuve problemas para encontrar el colegio, en unos minutos estoy allá, gracias - y colgó mientras sonreía, tenía una sonrisa ¡preciosa!
Yo estaba rojo de vergüenza y me apresuré a tratar de levantarlo todo.
Para ese momento algunos de los chicos que iban llegando a la escuela ayudaron a recuperar la hojas.
-Tranquilo, no pasa nada, fue un accidente. Oye, ¿ese chico te molesta?, dime su nombre y lo reporto con la directora - dijo señalando el rumbo por donde había desaparecido Martín.
- No, no, veníamos jugando- dije, tratando de sonreír.
-Bueno, ¡ya está!- exclamó cuando estuvo todo bajo control -¡vamos, que nos esperan!
Mi sorpresa fue grande cuando me di cuenta que mi nueva maestra de inglés era precisamente la hermosa mujer a quién había tirado sus enseres.
Pasé toda la clase admirando a la primera mujer mayor que me gustaba. Mamá a veces tenía reuniones en la casa y llegaban muchas mujeres mayores, pero nunca admiré a ninguna, me parecía que estaban a años luz de mí.
Pero Natalia Garduño, mi maestra de inglés, era simplemente... perfecta.
Estábamos en la aburrida clase de Historia y yo luchaba contra el sueño que me inundaba, cuando el maestro dijo mi nombre: -¡Diego Fernandez!-
"Uff, ya se dio cuenta que me estoy quedando dormido". Me levanté como un resorte,
- ¿Sí, maestro? - dije, muy diligentemente.
- Te buscan, puedes salir- hizo una seña con la mano para indicarme la puerta.
Me imaginé todo, menos lo que encontré frente a mí.
-¡Hola Diego!- La hermosa Natalia, con su ya famosa sonrisa, me buscaba. ¡A mí, a mí me buscaba!
-Diego, tengo una urgencia y, debido a ella, me ausentaré por tres días. Pero a mi regreso quisiera platicar contigo. ¿Te gustaría que almorzáramos en el Sanborn´s el próximo sábado? Sus boca se movían graciosamente y casi, casi formaba un corazón con sus labios de un rojo carmesí y... los tenía muy cerca, tan cerca qué, pensé, podría haberlos besado.
Sólo acerté a mover la cabeza asintiendo y, casi sin sentirlo, la vi alejarse mientras yo quedaba alelado y caminando sobre nubes.
"¡Tres días sin verla!, me van a parecer tres siglos", me dije. Pero, bueno, a pesar de que no era muy placentero dejar de verla, esto me daba un plazo para reunir el dinero suficiente para pagar la cuenta del Sanborn´s.
Vendí mi bicicleta, esperaba que el dinero que me dieron por ella fuera suficiente para pagar el almuerzo.
El tonto de Luis, mi vecino, vino por la tarde a buscarme para que fuéramos a la Ciclopista. Tocaba como loco la bocina de su bicicleta y ni siquiera vio que le hacía señas para que se callara.
-¿Que pasa Diego?, ¡ya vámonos!- gritó como si no pudiera oírlo.
¿Cómo he podido juntarme con tantos mocosos imberbes?, ¡qué saben ellos de las cosas verdaderamente importantes!
-Dieguito, ¿que cosa quieres que te regale en tu cumpleaños?, no quiero comprarte algo que luego no te guste -dijo tía Carola, mientras me pellizcaba el cachete.
- Lo que quieras tía- contesté, mientras hacía un entripado por el dichoso "Dieguito", que tanto odiaba.
Ya ni me acordaba de mi cumpleaños, todas mis expectativas estaban en el almuerzo del sábado.
¡Hoy es el día en que regresa Natalia! Por eso me levanté temprano y me fui a la escuela a esperarla, quería ser el primero en verla llegar.
Y finalmente llegó . Una larga pierna que remataba en un zapato negro de tacón, bajó del auto. El resto de ella era como lo recordaba: ¡perfecto! Corrí a saludarla y ella me entregó los papeles y libretas que abrazaba con su diestra.
-¡Hola Diego!- y su alegre voz me erizó los vellos del cuerpo.
Después de tomar la clase de inglés, todo lo demás se me hizo eterno.
A punto de dormirme en la clase de matemáticas, de pronto me asaltó una terrible duda: "¿Y si ya se le olvidó lo del sábado?", "¿Por qué terminando su clase salió y ni siquiera volteo a verme?", "¡Ay no, que no se le haya olvidado!", "¿Y si la busco para recordarle nuestra cita?"
Cuando por fin salí del salón de clases, corrí a buscar a Natalia. Recorrí salón por salón, pero todos estaban vacíos, ¡Claro, ya era la hora de salida!
Así que me dirigí de prisa rumbo al estacionamiento y, ¡que suerte!, estaba a punto de irse.
Me hizo una seña:
-¿Te parece que te recoja mañana a las nueve en la esquina de Tabaqueros?- dijo medio distraida mientras contestaba el celular.
- ¡Sí, sí, claro!- y la voz me salió aflautada, cosa que me hizo enrojecer de verguenza.
Fue todo un problema decidir que me pondría para mi cita. Tenía el traje que usé cuando se casó mi prima Karla, pero de eso hacía dos años y las mangas me quedaban cortas.
Saqué casi toda mi ropa y, frustrado, terminé por ponerme un pantalón medio formal y una camisa de manga larga, ¡ni modo!, ya veré la manera de vestirme a la altura de Natalia.
Fue muy puntual, aunque a mí se me hizo el tiempo eterno.
Pensé que no era posible que se viera más bella, pero estaba equivocado. Lejos de la formalidad del Instituto podía ser más casual y los jeans, los ténis y la camiseta un tanto juvenil, la embellecía aún más.
"¿Será que trató de verse más joven por mí?" medité emocionado.
Nos sentamos un tanto apartados del resto de los comensales.
Yo traté de verme menos tímido, pero la soltura de Natalia me turbaba.
-¿Que quieres pedir?- dijo, cuando se acercó la mesera.
-No, no, usted primero- contesté.
- ¡Uy, que cortés!- al decirlo, su boca, su dulce boca, dibujó una media sonrisa.
No supe ni qué ordené, ni lo que ella ordenó.
De pronto ella se puso seria y acunó mis manos dentro de las suyas. Comencé a temblar.
- Diego, estamos aquí por algo muy importante, quiero que me escuches y no digas nada hasta que termine, ¿de acuerdo?- y sus ojos se clavaron en los míos.
-Sí, sí, de acuerdo - "Digas lo que digas, ¡te amoo!", dije para mis adentros.
- Mira, sé que tu has sufrido mucho por la separación de tus padres, de eso van a hacer ya casi dos años.
-Pero.. que tienen que ver mis... padres- estaba completamente desconcertado.
-Te pedí que me dejaras hablar, ¡por favor!
Pues como te decía: estoy consiente de tu dolor por lo que tu piensas que es el abandono de tu papá, pero no hay tal, él te quiere y, tú y tus hermanas son lo más importante en su vida. Él me pidió que hablara contigo y con tus hermanas (a ellas las veré mañana), para decirles que nos casaremos en un mes y...
No reaccioné al momento sino que poco a poco se fueron metiendo sus palabras en mi cerebro.
Cuando tuve la información completa, fue como si me hubiera arrollado un autobús. Algo cruel y oscuro se apoderó de mi, hasta hacía unos instantes, maravillosa vida y la hizo pedazos.
Me levante y tiré el contenido de un florero encima de aquella cruel mujer, que había permitido que me enamorara sin remedio de un imposible.
Ahora estoy en mi fiesta de cumpleaños, odiándome por tonto y por crédulo. Sin poder quitar de mis pensamiento esos labios color carmesí que también se han apoderado de mis sueños.
DK
Me levanté muy temprano. Mi mamá me miró extrañada cuando salí del baño ya duchado y listo para ir a la escuela.
- Siéntate, en seguida te hago el desayuno- dijo, mientras señalaba la mesa.
- No mamá, luego como algo en la cafetería - Y sin esperar respuesta salí de la casa apresuradamente.
Cuando llegué a la escuela apenas el portero estaba abriendo la reja. Así que me senté frente al estacionamiento, para esperar a que llegara "ella", la mujer que me había quitado el sueño.
Volví a pensar en el día que la conocí: Venía corriendo porque Martín, el brabucón de la escuela, me perseguía. Había cometido el error de no hacerme a un lado para dejar que copiara mi examen de matemáticas. La verdad era que yo tampoco había estudiado y estaba tan perdido como él.
El resultado fue que me esperó a la salida y trató de golpearme, pero yo me escabullí y corrí a todo lo que daban mis piernas.
No supe ni como, pero de pronto sentí que mi brazo derecho chocaba con algo que voló por todas partes y en seguida tropecé con unos asombrados ojos de color miel... Al mirar la escena comprendí lo que había hecho: estaban regados por el suelo hojas de papel, un bolso, un teléfono móvil que sonaba insistentemente, cosméticos, bolígrafos, marcadores etc,etc.
Caí de rodillas tratando de recoger todo ese caos, mientras la dueña de los objetos recuperaba su teléfono.
-Sí, soy yo, no se preocupe no tuve problemas para encontrar el colegio, en unos minutos estoy allá, gracias - y colgó mientras sonreía, tenía una sonrisa ¡preciosa!
Yo estaba rojo de vergüenza y me apresuré a tratar de levantarlo todo.
Para ese momento algunos de los chicos que iban llegando a la escuela ayudaron a recuperar la hojas.
-Tranquilo, no pasa nada, fue un accidente. Oye, ¿ese chico te molesta?, dime su nombre y lo reporto con la directora - dijo señalando el rumbo por donde había desaparecido Martín.
- No, no, veníamos jugando- dije, tratando de sonreír.
-Bueno, ¡ya está!- exclamó cuando estuvo todo bajo control -¡vamos, que nos esperan!
Mi sorpresa fue grande cuando me di cuenta que mi nueva maestra de inglés era precisamente la hermosa mujer a quién había tirado sus enseres.
Pasé toda la clase admirando a la primera mujer mayor que me gustaba. Mamá a veces tenía reuniones en la casa y llegaban muchas mujeres mayores, pero nunca admiré a ninguna, me parecía que estaban a años luz de mí.
Pero Natalia Garduño, mi maestra de inglés, era simplemente... perfecta.
Estábamos en la aburrida clase de Historia y yo luchaba contra el sueño que me inundaba, cuando el maestro dijo mi nombre: -¡Diego Fernandez!-
"Uff, ya se dio cuenta que me estoy quedando dormido". Me levanté como un resorte,
- ¿Sí, maestro? - dije, muy diligentemente.
- Te buscan, puedes salir- hizo una seña con la mano para indicarme la puerta.
Me imaginé todo, menos lo que encontré frente a mí.
-¡Hola Diego!- La hermosa Natalia, con su ya famosa sonrisa, me buscaba. ¡A mí, a mí me buscaba!
-Diego, tengo una urgencia y, debido a ella, me ausentaré por tres días. Pero a mi regreso quisiera platicar contigo. ¿Te gustaría que almorzáramos en el Sanborn´s el próximo sábado? Sus boca se movían graciosamente y casi, casi formaba un corazón con sus labios de un rojo carmesí y... los tenía muy cerca, tan cerca qué, pensé, podría haberlos besado.
Sólo acerté a mover la cabeza asintiendo y, casi sin sentirlo, la vi alejarse mientras yo quedaba alelado y caminando sobre nubes.
"¡Tres días sin verla!, me van a parecer tres siglos", me dije. Pero, bueno, a pesar de que no era muy placentero dejar de verla, esto me daba un plazo para reunir el dinero suficiente para pagar la cuenta del Sanborn´s.
Vendí mi bicicleta, esperaba que el dinero que me dieron por ella fuera suficiente para pagar el almuerzo.
El tonto de Luis, mi vecino, vino por la tarde a buscarme para que fuéramos a la Ciclopista. Tocaba como loco la bocina de su bicicleta y ni siquiera vio que le hacía señas para que se callara.
-¿Que pasa Diego?, ¡ya vámonos!- gritó como si no pudiera oírlo.
¿Cómo he podido juntarme con tantos mocosos imberbes?, ¡qué saben ellos de las cosas verdaderamente importantes!
-Dieguito, ¿que cosa quieres que te regale en tu cumpleaños?, no quiero comprarte algo que luego no te guste -dijo tía Carola, mientras me pellizcaba el cachete.
- Lo que quieras tía- contesté, mientras hacía un entripado por el dichoso "Dieguito", que tanto odiaba.
Ya ni me acordaba de mi cumpleaños, todas mis expectativas estaban en el almuerzo del sábado.
¡Hoy es el día en que regresa Natalia! Por eso me levanté temprano y me fui a la escuela a esperarla, quería ser el primero en verla llegar.
Y finalmente llegó . Una larga pierna que remataba en un zapato negro de tacón, bajó del auto. El resto de ella era como lo recordaba: ¡perfecto! Corrí a saludarla y ella me entregó los papeles y libretas que abrazaba con su diestra.
-¡Hola Diego!- y su alegre voz me erizó los vellos del cuerpo.
Después de tomar la clase de inglés, todo lo demás se me hizo eterno.
A punto de dormirme en la clase de matemáticas, de pronto me asaltó una terrible duda: "¿Y si ya se le olvidó lo del sábado?", "¿Por qué terminando su clase salió y ni siquiera volteo a verme?", "¡Ay no, que no se le haya olvidado!", "¿Y si la busco para recordarle nuestra cita?"
Cuando por fin salí del salón de clases, corrí a buscar a Natalia. Recorrí salón por salón, pero todos estaban vacíos, ¡Claro, ya era la hora de salida!
Así que me dirigí de prisa rumbo al estacionamiento y, ¡que suerte!, estaba a punto de irse.
Me hizo una seña:
-¿Te parece que te recoja mañana a las nueve en la esquina de Tabaqueros?- dijo medio distraida mientras contestaba el celular.
- ¡Sí, sí, claro!- y la voz me salió aflautada, cosa que me hizo enrojecer de verguenza.
Fue todo un problema decidir que me pondría para mi cita. Tenía el traje que usé cuando se casó mi prima Karla, pero de eso hacía dos años y las mangas me quedaban cortas.
Saqué casi toda mi ropa y, frustrado, terminé por ponerme un pantalón medio formal y una camisa de manga larga, ¡ni modo!, ya veré la manera de vestirme a la altura de Natalia.
Fue muy puntual, aunque a mí se me hizo el tiempo eterno.
Pensé que no era posible que se viera más bella, pero estaba equivocado. Lejos de la formalidad del Instituto podía ser más casual y los jeans, los ténis y la camiseta un tanto juvenil, la embellecía aún más.
"¿Será que trató de verse más joven por mí?" medité emocionado.
Nos sentamos un tanto apartados del resto de los comensales.
Yo traté de verme menos tímido, pero la soltura de Natalia me turbaba.
-¿Que quieres pedir?- dijo, cuando se acercó la mesera.
-No, no, usted primero- contesté.
- ¡Uy, que cortés!- al decirlo, su boca, su dulce boca, dibujó una media sonrisa.
No supe ni qué ordené, ni lo que ella ordenó.
De pronto ella se puso seria y acunó mis manos dentro de las suyas. Comencé a temblar.
- Diego, estamos aquí por algo muy importante, quiero que me escuches y no digas nada hasta que termine, ¿de acuerdo?- y sus ojos se clavaron en los míos.
-Sí, sí, de acuerdo - "Digas lo que digas, ¡te amoo!", dije para mis adentros.
- Mira, sé que tu has sufrido mucho por la separación de tus padres, de eso van a hacer ya casi dos años.
-Pero.. que tienen que ver mis... padres- estaba completamente desconcertado.
-Te pedí que me dejaras hablar, ¡por favor!
Pues como te decía: estoy consiente de tu dolor por lo que tu piensas que es el abandono de tu papá, pero no hay tal, él te quiere y, tú y tus hermanas son lo más importante en su vida. Él me pidió que hablara contigo y con tus hermanas (a ellas las veré mañana), para decirles que nos casaremos en un mes y...
No reaccioné al momento sino que poco a poco se fueron metiendo sus palabras en mi cerebro.
Cuando tuve la información completa, fue como si me hubiera arrollado un autobús. Algo cruel y oscuro se apoderó de mi, hasta hacía unos instantes, maravillosa vida y la hizo pedazos.
Me levante y tiré el contenido de un florero encima de aquella cruel mujer, que había permitido que me enamorara sin remedio de un imposible.
Ahora estoy en mi fiesta de cumpleaños, odiándome por tonto y por crédulo. Sin poder quitar de mis pensamiento esos labios color carmesí que también se han apoderado de mis sueños.
DK
Los arrepentimientos tardíos solo hacen que aumentar el sufrimiento... :)
ResponderEliminarBesos y salud
Genín: Ya me gustaría saber cómo fue tu primer enamoramiento y si no te pagaron mal.
EliminarCariños, amigo: Doña Ku
Muy bueno, me encantó el imprevisto final... felicidades, un muy buen relato :)
ResponderEliminarGracias Inna, tu elogio me hace esbozar una gran sonrisa: Doña Ku
EliminarEstaba esperando el final, lo ponías tan dulce y tan bonito que sabía que me harías sufrir y al final eso paso. No fue nada de lo que estaba pensando, pues pensé de todo. Me ha gustado, hasta el color de las letras. Un abrazo.
ResponderEliminarJl: Siento mucho haberte hecho sufrir, juro que esa no era mi intención. Desgraciadamente los primeros amores son desastrosos, casi siempre. Aunque no todos, gracias a Dios.
EliminarYo terminé llorando por mi primer amor.
¡Ni modo!
Con cariño: Doña Ku
Este relato me atrapó. Imaginé cuatro posibles finales pero jamás el que tú le diste.
ResponderEliminarConfieso que hasta se me apachurró el corazón. ¡Jajaja!
Deseo todo ande de maravilla por allá; aquí en Colima con bastante lluvia pero eso es bueno.
Un abrazo.
Carlos Five: Me da gusto saber que tan fértil es la imaginación humana, que siempre tiene historias que contar.
EliminarPor acá ha llovido mucho, todo el campo está verde y la naturaleza luce sus mejores galas.
Un abrazo para ti también: Doña Ku
jajaja Dora, me hiciste sufrir con ese giro que le diste de pronto a la historia, me gustó bastante :) solo observé que hacían falta algunos acentos, pero de ahí todo está bien.
ResponderEliminarAbi: A veces no hacemos casoa los adolescentes cuando sufren por amor, pero es importante darles soporte moral, ya que son capaces de suicidarse por una desilusión.
EliminarEspero haber corregido mis errores.
Un beso, amiga: Doña Ku
UF ME ENCANTO ,MUY TRISTE PERO ES UNA REALIDAD EL QUE UN ADOLESCENTE SE ENAMORE SU PROFESORA O PROFESOR,QUE SUFRIR POR DIOS ....JAJAJAJ ME ENACNTO EL FINAL AL MENOS SE DESQUITO UN POCO.
ResponderEliminarPentrova: Alguna vez me enamoré de uno de mis maestros, pero afortunadamente conocí a un chico de mi edad y nos hicimos novios. Ell maestro... se me olvidó.
ResponderEliminarGracias por venir a leer.
Un gran abrazo: Doña Ku
Definitivamente no esperaba eso ^^.
ResponderEliminarPodría parecer una tierna historia adolescente pero el final me impactó.
ResponderEliminarUn saludo