La sed
Capítulo XI
Esa noche Maurilio no estaba, al parecer andaba de juerga, tal vez estaba aburriéndose de su nueva esposa. Así que era una momento propicio para huir.
Salimos hacia la parte trasera de la casa. Debíamos subir por la barda que era bastante alta, pero Bulmaro, previendo la contingencia, había escondido una escalera entre los arbustos.
Subí primero yo y él me siguió. Pronto lo vi en lo alto de la barda, pero cuando iba a descender escuchamos un revuelo, y luego ruido de pasos que llegaban corriendo. Bulmaro se apresuró a bajar y al llegar al suelo me tomó la mano y corrimos a todo lo que daban nuestras piernas.
Pronto oímos el ruido de un motor tras de nosotros, pero no disminuimos la carrera. Comenzaron a silbar las balas y sentí que en cualquier momento podríamos morir.
No sé ni como, pero llegamos junto a un río.
- Hay qui nadar a l'otra orilla - dijo Bulmaro- pero por dibajo.
Me aventé al agua y nadé con todas mis fuerzas. Bulmaro venía atrás de mí.
Sentí los disparos dentro del agua, pero seguí nadando. En lugar de nadar en línea recta procuré rodear la pequeña isleta que había frente a mí, y llegué a una especie de desembarcadero donde había un puente, me metí debajo de él y esperé.
Por algún tiempo seguí escuchando los gritos y los balazos de los guardias.Al paso del tiempo la hipotermia se estaba apoderando de mi cuerpo. De pronto dejé de sentir y en mi mente se hizo la oscuridad total.
Desperté en medio de un dolor insoportable en el pecho y en una de mis piernas. Lo primero que vi, fue la cara de una mujer de mediana edad.
- ¿Ya dispertastes niña?- preguntó, mientras a su rostro asomaba una tímida sonrisa - tí voy a trair un caldito pa´que ti alivies, ya vino Elodia, la qui cura, y te dijó medecina.
-¿Donde está Bulmaro? - inquirí preocupada con un tono apagado y en seguida comencé a tocer.
- El probe istá dijunto, tenía un bujero de bala - dijo la mujer y movió la cabeza para mostrar pesadumbre.
- ¡Dios mío está muerto!, ¡Es mi culpa, es mi culpa! -y me puse a llorar desolada.
- No niña, is culpa de los malos isos, los que cuidan al patrón de "Los jinetes", él tambien is re malo.
La mujer me cuidó con esmero y, gracias a los remedios de Elodia, mejoré un poco.
Supe que esa choza pertenecía a Juana y a Pascual, su marido, y que vivían con uno de sus nietos de solo cuatro años. Ellos se habían hecho cargo del niño porque sus padres se habían ido a probar suerte a los Estado Unidos, ya que no había trabajo en el pueblo.
- Ti sacamos dil agua, yo creiba qui'stabas muerta, pero resollabas tovía y pos... te trujimos a la casa - sentí que algo flotaba en sus palabras y en el ambiente.
- ¿Que pasa?, cuénteme, Juana- dije, haciendo un esfuerzo, pues casi no podía hablar de tan congestionada que tenía la garganta.
- Pos... is qui andan buscándote, niña. Si te incuentran aquí nos matan a todos - su cara mostraba el miedo que le producía esta posibilidad- Mi viejo dice qui si tenes parientela en la ciudá, pues ti lleva dondi tu queras.
- Pues sí, tengo una hija, pero no sé donde vive - contesté con la ilusión pintada en el rostro.-
- ¿Cómo is su apelativo di tu muchacha? - su cara también se animó al escucharme.
- Se llama Adriana Aguilar, ahora debe tener... diez y nueve años - al invocar tu nombre supe que te vería.
Dos días después, llegó corriendo Pascual, iba muy agitado y dijo:
- Tu chamaca vive in la casa de don Braulio y doña Cuquita, los di las boticas - cada palabra del hombre me iba llenando de alegría - El siñor Braulio me rigaló medecinas pal chamaco- señaló a su nieto con la cabeza - y mi dijo qui no li pagara nada, es guen cristiano.
Luego se entregó a la febril tarea de tomar cobijas, mientras ordenaba a su mujer - ¡Ándali, pon itacate pa mi y pa la siñora, qui ya nos vamos!
Salimos muy de madrugada, todavía estaba oscuro.
Me despedí de Juana.
- Gracias, gracias por todo, gracias por exponer su vida con tal de cuidarme - y la abracé con cariño. Los ojos negros y hermosos del niño me veían con curiosidad.
Pascual me montó en un burro y él subió a otro y emprendimos la marcha.
fueron muchas horas de camino. Casi al final ya no pude más y me perdí en un delirio.
Los ojos bondadosos de don Braulio fue lo primero que vi cuando recobré el conocimiento.
(continua )
DK
Itacate: Atado de comida.
Es que hay gente buena en el mundo...
ResponderEliminarBesos y salud
Buenisimo Dora , parece que ya vamos de salida , siento alivio y espero la próxima entrega...besos
ResponderEliminarMe encantan los acentos y los diálogos, son muy fluidos y el texto está vivito y coleando!
ResponderEliminarLo sigo!
Saludos :)
Coincido con Taty. Son memorables los diálogos de tu relato que, se columbra, ya está cercano al final.
ResponderEliminarinteresante relato !!!dejo un saludo con afecto.
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