UN AÑO DE BENDICIONES

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PARA TODOS

sábado, 20 de noviembre de 2010

Ser extranjera


Ser o parecer extranjera a principios de los sesentas en los Estados Unidos no era lo mismo que hoy, ya que por entonces no se había desarrollado la mexicanfobia. En aquel tiempo odiaban y desconfiaban principalmente de los rusos y se discriminaba a los negros, por aquello del "Comunismo" y de la raza pura y blanca.

Yo había entrado a Gringolandia por primera vez "a lo derecho" o "con papeles", como dicen mis paisanos, ya que me había casado con un residente de origen alemán.
Atravesamos México, primero desde el Estado de México, hasta Matamoros, Tamaulipas y después E.U, desde Bronswille Texas, hasta Baltimore , Maryland.
Íbamos en un Ford negro del años 62 (casi nuevo) de mi flamante marido, fue un viaje arduo y bastante cansado, más, porque de pronto tuve la impresión de que el auto caminaba en círculos, pues cada vez veía las mismas personas, las mismas casas, las mismas gasolineras, los mismos centros comerciales. Estaba acostumbrada a los paisajes siempre distintos de mi país y los atuendos diferentes de mis paisanos. Este lado de la frontera, lucía sin variantes, tenía siempre la misma cara, a pesar de que mi marido aseguraba que habíamos entrado a un distinto distrito.
Estando ya en Roanoke, Virginia, decidimos ir a desayunar a un pequeño restaurante. Cuando entramos noté que algunos comensales me veían con cierto dejo de sospecha, yo, que nunca en mi vida había sabido lo que significaban esas miradas, sencillamente los ignoré y procedí a sentarme para ordenar algo, pues estaba realmente hambrienta.
Me alegré de ver llegar a la mesera,  que a las claras se notaba su procedencia mexicana, pensé que ya que mi inglés era muy pobre podría pedir los platillos en español.
- Buenos días, por favor me trae un café con leche, huevos fritos con tocino y pan - dije en cuanto la vi.
- Sorry, I dont'undestend -
Mi marido de apresuró a traducirle mi pedido, pero yo enojada le espeté a la Mujer:
- ¿ Que no me entiendes?, vete al espejo ¡eres tan mexica, como yo!, ¡vámonos, ya se me quitó el hambre!- y salimos del restaurante ante el desconcierto de mi esposo.
Una vez afuera, me di cuenta del letrero que había en la entrada, decía: "whites only, no dogs". Me sentía furiosa por la actitud de la mesera, pero el letrero me sulfuró más.
El resto del camino me la pasé callada y meditando, en que clase de país era este en el que tendría que vivir en adelante.
Afortunadamente toda travesía tiene un fin y la nuestra terminó frente a un edificio de departamentos, donde tenía el suyo mi marido y donde viví el siguiente año y medio.
Al principio me sentía muy sola, pues mi esposo salía a trabajar a las 9 a.m y regresaba a las siete u ocho de la noche. Pero al poco tiempo conocí a unos amigos cubanos que vivían a dos cuadras de nuestra casa y me sentí mucho mejor teniendo con quien hablar en mi idioma.
Por ellos supe algunas reglas que debía seguir para no quedar mal ante los residentes de ese lugar. Por ejemplo, nunca debía decir "negra o negro", porque podía incomodar a "los de color". Podía decir que era mexicana, pero no debía revelar que mi marido era germano, ya que por aquella época no querían a los alemanes, por aquello del holocausto judio (aunque cómodamente ellos habían olvidado lo de la bomba de Hirosima y Nagasaki. De hecho a través de toda mi vida sólamente he visto una película que toque este tema, creo que de origen francés llamada "Hirosima mi amor").
Seguí frecuentando a mis amigos cubanos, eran dos familias, un matrimonio joven sin hijos y un matrimonio mayor con una hija de unos 13 años, que más bien parecía su nieta.
El esposo de la primera pareja contó en una reunión que tuvimos, que ellos habían huido de Cuba en una lancha y que un barco grande los auxilió casi llegando a Miami (estaban como ilegales en E.U). El caso es que habían tenido que pasar por una cuerda de la lancha al barco, y él había perdido un dedo al hacerlo, me estremecí al notar la falta de este en su mano izquierda.
Estaban en Baltimore por una tía de Teresa (así se llamaba la esposa) que les consiguió empleo a los dos.
Teresa me confió que su tía tenía una hija (Elsa) que era madre soltera , pues tenía una niña de 4 años. Pero se llevaba muy mal con su madre, y por tal motivo, la chica le había pedido que la dejara vivir en su casa. Finalmente ella accedió a que Elsa y la niña vivieran con ellos, pero fue un grave error.
(continua)

6 comentarios:

  1. Genin: Siento mucho que se haya borrado tu comentario debido a que quise actualizar este post.
    De todos modos me agrada saber que tú entiendes bien lo que pasa cuando una se vuelve extranjera, esta experiencia no siempre es grata.
    Con mi cariño: Doña Ku

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  2. Mi historia mal contada: Gracias paisano por tu comentario, me agrada verte por esta tu casa.
    Cariñosamente: Doña Ku

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  3. Estupenda historia, reflejo de un país del que sabemos lo que cuentan las películas. sigue por favor, me hago fan y te envío un beso.

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  4. QUE HISTORIA TU VIDA DORA KU, ESPERO POR MAS...
    TE ABRAZO QUERIDA AMIGA

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  5. No te preocupes, no pasa nada.
    Feliz semana.
    Besos y salud

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  6. Querida tía Ku. Hacía varios días que no me asomaba por tu casa. Y como siempre, me encuentro con el agradable aroma de tus narraciones, frescas como ese pastel que me debes. Yo tuve la misma sensación cuando atravesé la costa este de los EUA. Los paisajes urbanos son todos iguales y monótonos salvo, evidentemente, la capital, N.Y. y Boston.

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