Ausentarse

Querido hijo: Con esa mal costumbre que tenemos los humanos, de que un día, a veces avisando y otras sin avisar, nos ausentamos definitivamente de este mundo, me temo que, como yo no soy diferente a cualquier otra persona, algún día tendré que irme también, para seguir el ciclo indiscutible con el que hay que cumplir.

Pienso en lo difícil que ha de ser que desaparezca todo este amor que se ha establecido entre nosotros, los bueno y malos ratos, las risas, las ocurrencias, las viandas que planeo, para después verte comerlas con gusto, mientras exclamas: ¡que rico te quedó!,

las expectativas, las confidencias, las buenas nuevas y todo lo que hasta ahora hemos compartido.

Sobretodo tu nueva vida, tu compañera, saberte acompañado y compartir conmigo la bella sonrisa de tu compañera.

No quiero verte triste cuando yo no esté, pues no me iré completamente, estaré sobretodo en tu corazón, quedaré en mi jardín, en los árboles que tal vez ya no veré crecer, en la flores, en los colibríes (no olvides llenar su bebedero para que no se vayan), en los platillos que te gustan, en la nanas que tu mujer les cante a tus hijos, en la mirada de ellos, tal vez alguno sea tan loco como yo y le de por hacer poemas o escribir.

Pero si me extrañas, busca a tus hermanos y diles que los quieres, cuando ellos comprendan que lo dices por que yo te lo pedí, verás en su expresión, que no me he ido.

Tu madre