Era un día bastante caluroso y no me daba a basto con la venta de cervezas, sodas y helados, era tanta la actividad, que mi esposa dejó sus quehaceres domésticos para ayudarme
Y, mientras atendíamos a la clientela, comenzó un rumor extraño, al principio era un murmullo, pero poco a poco comenzó a crecer la intensidad de éste, a tal grado que ,de pronto, la gente comenzó a salir precipitadamente de la tienda y en un abrir y cerrar de ojos nos quedamos solos Teresa y yo.
Levanté la tapa del mostrador y salimos a la calle a ver a que se debía tanto alboroto.
Vimos pasar el carro de la policía y casi en seguida pasó una ambulancia.
-¿Qué sucede?- pregunté a un empleado del hotel que pasaba corriendo en esos momentos, -parece que un ladrón entró a la casa de Jorge-, contestó sin aminorar su carrera. Mi mujer se llevó una mano al pecho y exclamó: -¡ Ay no!, por favor ve a ver que pasa-, -si, tú quédate en la tienda, vuelvo pronto.
Salí apresuradamente, las calles que me separaban de la casa se me hicieron eternas , noté que muchas personas pasaban junto a mí calladas y con el rostro consternado.
Cuando llegué, al primero que vi fue al comisario, que abrazaba a la madre de Miranda, esta lloraba convulsivamente.
Me abrí paso entre la gente y llegué hasta donde se encontraban, en ese momento salían con una camilla y noté que llevaban a Miranda en ella, iba inconsciente e Hilda, su madre, corrió a tomarle una mano, mientras caminaban rumbo a la ambulancia, después de subir la camilla con la chica, subió su mamá, y partieron rumbo al hospital.
Alcancé al comisario, que volvió a entrar a la casa y le pregunté: - ¿qué ha pasado?-, -una tragedia terrible Meli, han matado a Jorge y a los niños-. Sentí que me atravesaban el pecho con un puñal, ¡mis niños, mis queridos niños, nuestros queridos niños, muertos!
-Pensamos que también habían matado a Miranda, porque la encontramos llena de sangre en el quicio de la puerta, pero al tocarle el pulso, supimos que todavía vivía-.
-¡Yo sé quien fue!-, - si, me temo que es el mismo hombre al que expulsé del pueblo, pero no hay ni rastro de él-, -¡búsquenlo, no debe estar lejos! , que no queden impunes estos cobardes asesinatos-.
Para Teresa y para mí, fue un duelo terrible, sentíamos que habíamos perdido a nuestro nietos y nos solidarizamos con los padres de Miranda y con los de Jorge.
Nos turnamos para ir al hospital a cuidar a Miranda, no sabíamos si queríamos que despertara, pues al menos inconsciente no sabría que de la noche a la mañana, se había quedado sin su familia.
Tres días después despertó, Teresa estaba sentada a su lado y se alegró de ver la sonrisa de nuestra querida comadre, -hola, ¿estoy enferma verdad?-, -si, un poquito, pero ya casi estás bien-, - comadrita Tere, déjame aquí y ve a ver a tus ahijados, no me gusta que estén solos-. A mi esposa se le atoraron las lágrimas y no supo que contestar, en ese instante entró Hilda y vio a su hija despierta,- ¿cómo estás hija?-, -bien, pero le digo a Tere que nos me gusta que los niños estén solos-.
La salud de Miranda mejoraba, todos estábamos sorprendidos de su estado mental, dedujimos por su manera de actuar, que no recordaba nada de lo sucedido, pues sonreía a todos los que llegaban a visitarla. Casi a diario nos hacía sufrir, tanto a sus padres, a mi esposa y a mí (que éramos los que siempre estábamos a su lado), pues siempre nos decía que le dijéramos a Jorge que fuera a verla y que ya quería que la dieran de alta para que pudiera ir a ver a sus hijos.
Una noche, cuando me encontraba cabeceando en el sillón del cuarto de hospital, un sonido me puso alerta, era un pequeño sollozo que venía del sanitario, voltee hacia la cama y ¡estaba vacía!, me levanté y fui hacia el baño, ahí, junto al lavabo se encontraba Miranda!
(continua)
Me tienes intrigadísima, y seguimos. Un abrazo Martha.
ResponderEliminarUna verdadera tragedia...
ResponderEliminarBesitos y salud
Qué bonito blog tienes, y que historia tan interesante, si no es molestía seguiré pasando por aqui.
ResponderEliminartus personajes siempre están templados por el fuego de la tribulación. Sigo muy pendiente del desenlace. Abrazos
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