Paloma

Este es el ejercicio de este mes para "Adictos a la escritura". Espero haber cumplido con la frase que me tocó, que si mal no recuerdo es de Nerea.

Paloma

Aquella chica no podía dejar indiferente a nadie con aquella faldita rosa y su dulce olor a vainilla que perturbaba de forma escandalosa a toda la sala.

El tipo frente a ella se movió nervioso y sacó un pañuelo desechable para enjugar su mofletudo rostro, mientras veía como cruzaba y descruzaba descuidadamente las piernas.

La espera se había prolongado, ya que hacía por lo menos una hora debía haber llegado el vuelo procedente de Londres que traía de regreso a su esposo. El pensamiento le erizó la piel y la puso más nerviosa aún. ¿Cómo se lo diría, qué reacción tendría? No iba a ser fácil, ¡no señor!

Adriano había pasado por un infierno aquellos quince días en Londres, adonde había acudido por necesidad debido a una fusión de su empresa con una firma inglesa.

Haber dejado a su mujer sola en Santorini, la isla griega donde residían, le pareció una insensatez. Pero más insensato hubiera sido haberla llevado al clima húmedo y frío de Londres, cuando ella apenas se estaba restableciendo de un resfriado.

Finalmente el avión aterrizó y Adriano corrió a reunirse con su mujer.

La vio más hermosa que nunca, pero al envolverla en un emotivo abrazo, sintió algo extraño que no logró definir.

-¿Todo bien Paloma?- dijo, tratando de mirar sus esquivos ojos.

-Si, si...claro- respondió mientras sacaba las llaves del auto.

-Tengo una buena noticia, te conseguí las partituras de las sonatas de Fernando Sor, gracias a mi amigo Nicolás Rennan que acababa de visitar una vieja casa de música en los suburbios de Kensington-

Continuó con su charla, pero notó que Paloma no le ponía mucha atención, pensaba que con la simple mención de las partituras, saltaría llena de felicidad, como era característico en ella, pero apenas y había esbozado una ligera sonrisa.

El resto del camino lo hicieron en silencio, cosa inusual en Paloma, que siempre llenaba cualquier silencio con su charla amena y llena de simpáticas anécdotas.

Cuando llegaron a la enorme y blanca residencia, fueron recibidos por Luciana, la vieja sirvienta que había servido a Adriano desde pequeño.

- ¿Estuvo bien tu vuelo, mi niño?- preguntó en el idioma griego.

- Te he dicho que no me llames “tu niño”, vieja consentidora- le regaño cariñosamente Adriano.

- ¿Quieren cenar en el comedor o les ponemos una mesa en la terraza?- inquirió en un muy deficiente español.

- En la terraza por favor, Lucy- contestó Paloma.

- A ver, ¿me vas a decir que te pasa?, no me parece nada normal tu comportamiento.

-No es nada, tal vez que estoy cansada y no tengo hambre, mejor vamos a dormir- acto seguido, se levantó y caminó rumbo a la recámara.

Estuvo largo rato dentro del baño sin decidirse a salir. Cuando por fin salió y se metió a la cama, su marido la abrazó con el propósito de besarla, pero ella le dio la espalda y fingió dormir.

La angustia atenazó el corazón de Adriano. Temía que el que Paloma estuviera lejos de su patria, tal vez había contribuido a ese cambio de humor. Era muy probable que extrañara a su familia, después de todo la había sacado de España para llevarla a Grecia. La había alejado de sus padres y sus amigos, pero sobretodo, la había alejado de su música. Ella era una magnífica violinista y hacía más de un año que no tocaba en ningún concierto.

Al siguiente día Paloma se levantó y salió a correr sin esperar a su marido, éste se vistió de prisa para ir a alcanzarla, pero un llamado de su oficina le hizo cambiar de planes.

Tuvo que bañarse, vestirse e ir a su empresa para hacer frente a una contingencia.

-Cariño, ¿quieres comer conmigo en “ El Koukoumavlos”?- preguntó Adriano con un nudo en la garganta.

- Sí, amor- contestó Paloma, mientras pensaba que ya no sería posible posponer más” esa conversación”.

-¿Por fin me vas a decir que es lo que te sucede?, no quiero una excusa más- , puntualizó, moviendo con energía su dedo índice-

La chica bajó los ojos y carraspeo nerviosa, sus dedos jugaban con una alba servilleta de tela.

- Tú sabes que yo te amo y... ni yo misma me explico lo que me pasó. Bueno... el caso es ... que estoy enamorada de otro- cerró los ojos como si estuviera esperando un golpe.

- ¡¿QUEEEE?!, no, no, dime que estoy oyendo mal, ¿tú, mi Paloma, enamorada de otro?, pero ¿cuándo, cómo, por qué?- su semblante se había descompuesto y la rabia y el dolor casi no le permitían respirar.

- ¡Perdóname, no sé que me pasó!-, rompió a llorar desconsoladamente y salió del restaurante dando tumbos, como si estuviese borracha.

Adriano la alcanzó en la playa después de haber corrido tras ella. La tomó por la muñeca y la sacudió.

- ¡Me vas a decir quién es el maldito que se atrevió a acercarse a ti!- su cara estaba congestionada y respiraba con cierta dificultad, debido a la carrera y a la ira.

Parecía que algo se había desatado dentro del pecho de Paloma, pues de pronto comenzó a hablar casi sin pausa.

- Se llama Carlo, es hijo del señor Taglioli, el dueño del restaurante italiano de Via Numeda. Un día fui a comer ahí y Carlo me sirvió. La verdad, desde que lo vi me impactó y ya no pude resistirme a su juventud, belleza y sensualidad.

- ¡CÁLLATE!, ahora me vas a decir que no debiste casarte con un hombre quince años mayor que tú, ¿por qué no lo pensaste antes? ¡Que pronto dejaste de quererme, apenas a un poco más de un año de casados!-

- ¡No, no, aún te amo!, cuando te vi llegar al Aeropuerto supe que te amaba aún más que antes- dijo mirándole a los ojos, para que no dudara de la sinceridad de sus palabras.

- ¡Estás loca!, ¿cómo vas a decirme que me amas y a la vez afirmas que amas a otro? - sus ojos se llenaron de lágrimas.

- ¡No llores por favor, no lo soporto! Yo misma no lo entiendo mi amor, es algo superior a mí, te amo, pero también amo a Carlo .

Creo que lo más razonable será que regrese a España, no debo seguir haciendo más daño- Adriano se mantuvo callado, en su rostro se dibujaba la derrota.

Por la noche, mientras Paloma preparaba sus maletas, se escuchó el timbre de la puerta. Poco después tocaron a la puerta del dormitorio.

-Un hombre te busca- dijo Luciana.

-¿Un hombre?- preguntó Paloma extrañada.

-Dice llamarse Carlo- el corazón de la chica dio un vuelco. Y se dirigió apresuradamente al recibidor.

- ¡Carlo!, ¿qué haces aquí?- inquirió alarmada.

- ¡Perdóname, no podía más!, no has vuelto a llamarme y cuando yo lo hago no contestas- su rostro manifestaba dolor y estaba sumamente pálido.

- Carlo, lo nuestro fue...

En ese momento Adriano, que acababa de entrar, tomó a Carlo del brazo y poniéndolo frente a él, se dispuso a propinarle un puñetazo, Paloma lo impidió metiéndose entre ellos.

-¡Quítate, lo voy a hacer polvo!- le espetó bufando furioso.

En eso llegaron algunos de sus criados y tomándoles de brazos por la espalda, inmovilizaron a uno y al otro.

- ¡Vete por favor Carlo, vete, no hagas más difícil esto!

- ¡No creas que voy a dejar que te vayas, haré hasta lo imposible por retenerte!- dijo, antes de que lo echaran a la calle.

Adriano salió a caminar, su mente era un caos y se reprochaba a si mismo el no poder sacarse del corazón el inmenso amor que sentía por su mujer.

Carlo salió de entre las sombras.

- ¡Ah!, ¿ ya vienes por tu merecido?- dijo Adriano al verle aparecer, y se aprestó a golpearlo.

- -¿De que va a servir que nos golpeemos?, nada nos hará recobrar a Paloma, vi sus maletas, regresará a España y no será ni para ti, ni para mí- su desolación era grande.

- Tienes razón, la hemos perdido-, esa afirmación lo desarmó y ambos cayeron sentados sobre la banqueta, profundamente desolados.

El arreglo que existía entre los tres, escandalizó a la comunidad griega.

Por las tardes podía verse a aquella hermosa mujer, poseedora de un escultural cuerpo que resumaba sensualidad y un rostro digno de un cuadro de Sorolla o de Klim, donde destacaban unos ojos color violeta y aquella sonrisa que podía derretir a cualquiera que la veía.

Junto a ella caminaban dos magníficoa ejemplares masculinos: Adriano, un hombre maduro y guapo, de aspecto elegante y recia mirada, que se dulcificaba como por arte de magia cuando miraba a “su Paloma”.

Y Carlo, un chico joven y hermoso, lleno de músculos y alegría, que se consideraba afortunado de poder ser uno de los amores de “su Paloma”.

(continuará)

No pude resistirme a continuar con esta historia.

DK