UN AÑO DE BENDICIONES

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PARA TODOS

domingo, 15 de septiembre de 2013

La sed VIII

La sed

Capítulo VIII

 
Bulmaro comenzó a cambiar. Me fuí dando cuenta de que poco a poco, se estaba pareciendo al resto de los guardias: indiferente, osco, mal humorado y hasta un tanto cruel.

Traté de hablar con él pero, cuando tuve la oportunidad, me topé con una pared.
- ¿Que te pasa Bulmaro?, noto que has cambiado, ya no vienes a platicar conmigo, ni me cuentas las cosas que pasan- le pregunté. En el fondo tenía miedo de su respuesta.
-No mi pasa nada, siñora, ¡qui no tengo nada qui contarle!- contestó nervioso mientras veía que no le quitaba los ojos a la puerta y se remojaba con la lengua los labios resecos.
En eso entró Plinio, y Bulmaro se apresuró a alcanzarlo.
-¿La trajites?- preguntó ansioso.
-¡Calmate mugrosito, calmate!, primero tienes que ir a lo que ti dije en la mañana- contestó Plinio, sonriendo sarcásticamente- ¿o qué, a poco no si puede?
-¡Sí, sí, ya voy!- y vi salir  rápidamente al chico.
-¿Está enfermo?- dije, señalando la puerta con un movimiento de cabeza.
- El Gulmaro istá bien, ¡istá rebien!- Su enigmática respuesta me preocupó.
Al mediodía llegó Maurilio y ordenó que bajara a comer con él.
- Te alvierto que no quiero caras largas, ¡no estoy de humor! Algunos comuneros se están alebrestando y quieren hacerme la guerra ¡No me conocen!
Natividad, la cocinera, sirvió la sopa. La buena mujer cocinaba como los ángeles. Noté que había llorado.
- Patroncito, ¡por lo que más quera, no li haga nada a mi hijo, no es di los que se livantaron!- me sobresaltó la exclamación de Nati, que mientras decía esto revolvía sus manos con angustia.
-¡Véte de aquí Nati, no me amargues la comida!- y volvió a llevarse el tenedor a la boca, pero... lo retiró y vio el bocado con desconfianza.
 -¡NATALIA, VEN ACÁ!- Gritó enfurecido.
-Diga, patrón - dijo con la cabeza gacha y esperando una andanada de majaderías.
-¡Pobrecita de ti y de  toda tu familia si me pones algo en la comida! No bien me acabo de morir y te mueres tú y toda tu raza, ¿me oyistes? - enarboló el puño ante la nariz de la asustada mujer.
-¡Cómo va a piensar que yo pueda hacer eso, patrón!- Y santiguándose varias veces salió del comedor.
-¡Indias ladinas!- Retornó a comer, pero se veía pensativo.
¿No dices que Nati tiene muchos años cocinando para ti?, ¿cómo es que de pronto le tienes tanta desconfianza?- pregunté, tratando de saber lo que había de por medio-¿Por qué teme por la vida de su hijo?
-Tú metes aguja, pa' sacar hilo, ¡métete en tus asuntos y no preguntes!
 
Era la noche de San José, patrono del pueblo, sabía que, como hacía ya cuatro largos años, oiría las voces y los gritos lejanos de la gente divirtiéndose.
Los ricos disfrutarían de opíparas cenas, mientras los pobres se conformarían con comidas sencillas y ,algunos, con alcohol barato, para tratar de olvidar un poco su miseria.
Como todos los años de encierro, recordaba los días en que fuimos felices los tres.
Casi siempre, me venía a la mente la escena de cuando tú y yo paleábamos la masa para los buñuelos, mientras tu padre preparaba los cohetes que prendería después de la cena. ¿Te acuerdas?
Ese día, mientras mi mente volaba, comencé a escuchar truenos, pensé que eran los cohetes, pero no, ¡eran disparos!
Vi pasar corriendo a los guardias, llevaban sus rifles en las manos y Plinio daba órdenes a diestra y siniestra.
-¡Ustedes cuatro, al techo! Se van de panza, ¡Cuidado y se livanten porque los chin...¡ Ustedes tres al patio¡, Se isconden ditras de los tambos dil agua, y no se mueven hasta qui yo diga.
¡Tú y tú, vengan conmigo, vamos a cuidar al patrón!Los dimas, atrás de la puerta!, ¡Naiden dispara, hasta que les diga!
Sentí mucho miedo y, a la vez, pensé que tal vez podría ser mi oportunidad de salir de mi encierro.
¡Se desató la balacera! De pronto vi con horror como caía del techo y pasaba por la ventana, el cuerpo de uno de los pobres muchachos que defendían la casa desde arriba.
Luego, varias balas perforaron la pared del cuarto donde me encontraba. Instintivamente caí de bruces en el suelo y cerré los ojos. Pensé que era mi fin. Lo único que me dolía era no poder darte un último beso.
Y después de, lo que me pareció una eternidad, se hizo el silencio.
Finalmente escuché voces y pasos que subían por las escaleras.
Temblando de miedo esperé, pensé que eran quienes habían atacado la casa. Pero quien apareció fue Maurilio, seguido de Plinio y Bulmaro.
-Estás bien - dijo afirmando.
-¡Pues sí, y no gracias a ti! ¡Buen cuidado tuviste de que te protegieran, sin importarte quien me protegía a mí!- le espeté enojada.
- ¡No estoy para chismes! Baja, que hay que quedar bien con quienes nos salvaron. ¡Arréglate y quita esa cara de espantada!
Bajé sintiéndome enferma, y sin comprender como era posible que no le importara a nadie quién o quienes habían muerto por defender la casa.
Los encontré departiendo felices en medio de groseras risotadas.
- Mira, Lobito, esta es Genara, mi vieja - sentí la mirada lujuriosa del hombre.
- Pues... no está mal, pero se me hace muy finolis pa´tí. Pero... bueno, pues cada quien sus gustos - y volvió a caracajearse. Tal vez sentía que había dicho un chiste muy ingenioso.
Aparte del famoso"Lobo" había otros tres hombres con un aspecto bastante truculento, que me intimidaba.
Fingí comer, deseaba que pronto terminaran todos para irme de ahí.
Por suerte Maurilio me dijo que subiera porque iban a hablar de negocios. Obedecí al momento.
Al salir, me sentí sujetada por una mano de hierro.
-!Ven chulita, te voy a decir un secretito!- era uno de los hombres del "Lobo". Su aliento me revolvió el estómago.
-¡Déjeme! ¿Qué, no sabe respetar a la mujer del dueño de esta casa?- dije, rescatando mi brazo de su garra.
-Si está tan buena como tú, ¡pues no!- E intentó abrazarme.
Pero llegó Plinio y se le enfrentó.
- ¡Ya´stuvo gueno,repeta a la siñora!- y le apuntó con su rifle.
-¡ Que bien te me pones gallo, y...eso que si no es por nosotros se mueren todos ca...- pero lo vi retroceder y luego con un además soéz dio media vuelta y se fue.
Le di las gracias en silencio y corrí al baño. Ahí me mojé la cara y sentí un poco de alivio.
Cuando salí escuché una palabra que me hizo estremecer: "Cocaina".
¡Eso, eso es lo que tenía bulmaro y lo que tienen todos los demás guardias!: "Cocaina".
Maurilio traficaba con drogas y ,más tarde, supe todo lo que hasta entonces ni siquiera imaginaba.

(continua)
DK











 

5 comentarios:

  1. Sigamos esperando el nuevo desenlace...

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  2. Me estoy empezando a perder con los nombres, se me olvida quien es quien :(
    Besos y salud

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  3. aquí ME QUEDO..ESPERANDO LA PROXIMA...BESOS

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  4. Doña Ku.... !cuanto tiempo que no vengo a su blog!!!, las cosas de este trabajo infernal que tengo que no me deja tiempo libre, a ver, si pronto levantamos cabeza de tantisima crisis, tantísimo desempleo y tantísima corrupción, y vuelven las cosas a su cauce y los trabajos a sus horarios de antes y a sus salarios, y puedo volver a disfrutar de las tardes delante del ordenador...!a ver!. Me alegro muchísimo de lo bonita que está su casa, y de lo interesante de la historia, ahora que, con la cocaina hemos topao... la droga, mata más que las balas y de peor ralea; así que esperaré la continuidad y el desarrollo de los acontecimientos.

    Un millón de besitos gordotes.

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  5. Acá nos tienes atrapados con el "suspense" de tu historia, tía. Como siempre, con los trucos de Sherezade. Un fuerte abrazo.

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